Encéfalo: concepto, anatomía, formación reticular y el sistema límbico

El encéfalo, una parte esencial y fundamental del complejo sistema nervioso central de los vertebrados, se encuentra ubicado dentro del cráneo, protegido por este órgano vital. Este órgano asombroso y complejo actúa como el principal centro de control para una multitud de funciones vitales para la supervivencia. Desde la regulación del movimiento, el sueño, el hambre y la sed, hasta la gestión de una amplia gama de emociones humanas, como el amor, el odio, el miedo, la ira, la alegría y la tristeza, el encéfalo desempeña un papel central en la experiencia y comportamiento humanos.

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Además, su papel no se limita solo a las funciones internas del organismo, sino que también juega un papel crítico en recibir y procesar las innumerables señales que provienen tanto del interior del cuerpo como del entorno externo. En definitiva, el encéfalo es una maravilla de la biología que juega un papel esencial en la regulación y coordinación de una amplia variedad de procesos biológicos y emocionales necesarios para la vida y el bienestar humanos.

El encéfalo, esa estructura asombrosa y esencial del sistema nervioso central, se encuentra envuelto por el líquido cefalorraquídeo, que fluye de manera constante en el espacio subaracnoideo, situado entre la aracnoides y la piamadre. Este líquido vital también llena las cuatro cavidades encefálicas llamadas ventrículos. Los ventrículos laterales son dos espacios claramente definidos que se encuentran en cada uno de los hemisferios cerebrales y que se conectan con un tercer ventrículo ubicado entre ambos hemisferios a través de pequeños orificios ovalados conocidos como agujeros interventriculares (de Monro).

ANATOMÍA DEL ENCÉFALO

El cerebro en la especie humana tiene un peso aproximado de 1,3 kg y está constituido por una masa de tejido de tonalidad gris-rosácea. Se estima que este órgano está compuesto por alrededor de 100.000 millones de células nerviosas, también conocidas como neuronas, las cuales se interconectan entre sí y son responsables de controlar todas las funciones mentales. Además de las neuronas, el encéfalo también contiene células de la glía o neuroglia, que cumplen una función de soporte, así como vasos sanguíneos y órganos secretorios.

El encéfalo, ese órgano vital del sistema nervioso central, se encuentra protegido por el cráneo y recubierto adicionalmente por tres capas de membranas conocidas como meninges. La duramadre, la capa más externa, es una membrana dura, fibrosa y brillante que se adhiere a los huesos del cráneo, lo que evita la presencia de espacio epidural como ocurre en la médula espinal.

Además, emite prolongaciones que mantienen en su lugar las diferentes partes del encéfalo y contiene los senos venosos, donde se recoge la sangre venosa del cerebro. La capa intermedia, la aracnoides, cubre el encéfalo de forma laxa y no penetra en las circunvoluciones cerebrales. Por último, la piamadre, la membrana interior, está íntimamente unida a la superficie del encéfalo y contiene una abundancia de pequeños vasos sanguíneos y linfáticos.

El encéfalo está envuelto en el líquido cefalorraquídeo, el cual fluye continuamente a través del espacio subaracnoideo, situado entre la aracnoides y la piamadre, y llena las cuatro cavidades encefálicas conocidas como ventrículos. Los ventrículos laterales son dos espacios bien definidos que se encuentran en cada uno de los dos hemisferios cerebrales, conectando con un tercer ventrículo situado entre ambos hemisferios mediante pequeños orificios ovales llamados agujeros interventriculares (de Monro). El tercer ventrículo a su vez desemboca en el cuarto ventrículo, que se encuentra entre el tronco encefálico y el cerebelo, a través de un canal estrecho llamado acueducto de Silvio.

Desde el cuarto ventrículo, el líquido cefalorraquídeo se distribuye a través de tres orificios en el techo del cuarto ventrículo hacia el espacio subaracnoideo, rodeando la superficie del encéfalo y la médula espinal, así como el conducto central de esta. El líquido cefalorraquídeo tiene funciones importantes, como proteger el cerebro de cambios bruscos de presión y transportar sustancias químicas, y se produce en los ventrículos laterales en unas redes de capilares conocidas como plexos coroideos.

El encéfalo se compone de cuatro partes diferentes pero interconectadas: el cerebro, también conocido como telencéfalo, el cual está formado por dos hemisferios cerebrales grandes y casi simétricos; el diencéfalo, que incluye estructuras como el tálamo y el hipotálamo, localizados en la línea media sobre el tronco cerebral y debajo del cerebelo; el cerebelo, que está formado por dos hemisferios más pequeños y se encuentra en la parte posterior del cerebro; y el tronco o tallo cerebral, una estructura central que se va transformando gradualmente en la médula espinal y que sale del cráneo a través de una apertura llamada agujero magno. El término “tronco cerebral” en general se refiere a todas las estructuras que se encuentran entre el cerebro y la médula espinal, incluyendo el mesencéfalo o cerebro medio, el puente de Varolio o protuberancia, y el bulbo raquídeo o médula oblongada.

El encéfalo y la médula espinal conforman el centro del sistema nervioso central, que se comunica con el resto del cuerpo a través del sistema nervioso periférico. Este último está compuesto por doce pares de nervios craneales que se extienden desde el cerebro y el tronco cerebral, un grupo de nervios que se originan en la médula espinal y se ramifican por todo el cuerpo, y el sistema nervioso autónomo, que regula funciones vitales inconscientes, como la actividad de las glándulas, el músculo cardiaco y el músculo liso (músculo involuntario de la piel, vasos sanguíneos y otros órganos internos).

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Cerebro

El cerebro o telencéfalo se forma durante el desarrollo a partir del prosencéfalo o cerebro anterior. Es principalmente compuesto por los hemisferios cerebrales, que incluyen la corteza cerebral y los ganglios basales. Estos hemisferios ocupan la mayor parte del cerebro humano, representando aproximadamente el 85% del peso total del encéfalo. Su amplia superficie y su complejo desarrollo son responsables del alto nivel de inteligencia de los seres humanos en comparación con otros animales.

Una fisura longitudinal los divide en hemisferio derecho e izquierdo, los cuales son simétricos como una imagen reflejada en un espejo. El cuerpo calloso, compuesto por un conjunto de fibras nerviosas blancas, conecta estos dos hemisferios y facilita la transferencia de información entre ellos.

La corteza cerebral muestra una capa superficial conocida como sustancia gris, que tiene un grosor de aproximadamente 2 o 3 mm. Esta capa está compuesta por capas de células que carecen de vaina de mielina, que recubre las células nerviosas, y envuelve una sustancia interior de fibras nerviosas con vaina blanca, llamada sustancia blanca. Estas fibras mielínicas conectan la corteza cerebral con otras regiones del cerebro, como la parte anterior con la posterior, diferentes áreas de la misma cara de la corteza cerebral, así como uniendo un lado del cerebro con el otro.

Los hemisferios cerebrales se dividen en cinco lóbulos mediante una serie de pliegues. Cuatro de estos lóbulos reciben su nombre de los huesos del cráneo que los cubren: frontal, parietal, temporal y occipital. El quinto lóbulo, llamado ínsula, no es visible desde el exterior y se encuentra en el fondo de la cisura de Silvio. El lóbulo frontal y parietal se ubican delante y detrás, respectivamente, de la cisura de Rolando; la cisura parieto-occipital separa el lóbulo parietal del occipital; y el lóbulo temporal se encuentra debajo de la cisura de Silvio.

Tálamo

Esta región del diencéfalo consta de dos agrupaciones de tejido gris en forma de esferas, ubicadas en el centro del cerebro, entre los dos hemisferios cerebrales. El tálamo funciona como la principal estación de relevo para las señales sensoriales que se dirigen a la corteza cerebral. Casi todas las entradas sensoriales al cerebro, excepto las relacionadas con el sentido del olfato, se asocian con núcleos individuales (conjuntos de células nerviosas) en el tálamo.

Hipotálamo

El hipotálamo se encuentra situado en la parte inferior del cerebro, debajo del tálamo, en la línea media. Está compuesto por diversas áreas y núcleos. El hipotálamo regula o está directamente relacionado con el control de muchas actividades vitales del organismo, así como la dirección de otras necesarias para la supervivencia, tales como la alimentación, la hidratación, la regulación de la temperatura corporal, el sueño, el comportamiento afectivo y la actividad sexual. Además, también controla funciones viscerales a través del sistema nervioso autónomo, interactúa en conjunto con la hipófisis y actúa en coordinación con la formación reticular.

Cerebelo

El cerebelo, situado en la parte posterior del cráneo, debajo de los hemisferios cerebrales, es una parte del metencéfalo. Al igual que la corteza cerebral, está compuesto por sustancia gris en su parte exterior, con células sin vaina de mielina, y sustancia blanca en su interior, con células con vaina de mielina. Consta de dos hemisferios cerebelosos, que presentan numerosas circunvoluciones, unidos por fibras blancas que forman el vermis.

Además, se conecta con el tronco cerebral a través de tres bandas de fibras conocidas como pedúnculos cerebelosos. Los pedúnculos superiores lo enlazan con el mesencéfalo, los pedúnculos medios con el puente de Varolio o protuberancia anular, y los pedúnculos inferiores con el bulbo raquídeo.

El cerebelo es esencial en la coordinación de los movimientos corporales, actuando como un centro reflejo que se encarga de mantener el equilibrio y coordinar la actividad motora. Además, regula el tono muscular voluntario, incluyendo la postura y el equilibrio. Por lo tanto, cualquier actividad motora, desde practicar deportes como el fútbol hasta realizar actividades más precisas como tocar el violín, depende en gran medida del correcto funcionamiento del cerebelo.

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Cerebro medio o mesencéfalo

El mesencéfalo se compone de tres estructuras distintas. La primera está formada por los pedúnculos cerebrales, que son sistemas de fibras que transmiten impulsos hacia y desde la corteza cerebral. La segunda parte está compuesta por los tubérculos cuadrigéminos, que son cuatro cuerpos responsables de procesar la información visual (dos en la parte superior) y auditiva (dos en la parte inferior).

La tercera parte es el acueducto de Silvio, un canal central alrededor del cual se encuentra la sustancia gris. En el mesencéfalo también se encuentra la sustancia negra, aunque no es exclusiva de esta estructura. La sustancia negra contiene células que secretan dopamina y se cree que está involucrada en la experiencia del dolor y posiblemente en estados de dependencia. Además, los núcleos de los pares de nervios craneales tercero y cuarto (III y IV) también se encuentran en el mesencéfalo.

Protuberancia anular o puente de Varolio

Situada entre la médula espinal y el mesencéfalo, esta estructura prominente se encuentra anterior al cerebelo. Está compuesta por una compleja red de fibras nerviosas blancas entrelazadas, tanto transversales como longitudinales, que se conectan al cerebelo a través de los pedúnculos cerebelosos medios. Este intrincado sistema de fibras conecta el bulbo raquídeo con los hemisferios cerebrales. En la protuberancia se encuentran los núcleos correspondientes a los pares de nervios craneales quinto, sexto, séptimo y octavo (V, VI, VII y VIII).

Bulbo raquídeo (Medulla oblongata)

Ubicado entre la médula espinal y la protuberancia, el bulbo raquídeo (también conocido como mielencéfalo) es una extensión en forma de pirámide de la médula espinal. Una parte esencial de esta estructura es el origen de la formación reticular, una red importante de células nerviosas. Además, los núcleos correspondientes a los pares de nervios craneales noveno, décimo, undécimo y duodécimo (IX, X, XI y XII) también se encuentran en el bulbo raquídeo.

Las vías principales de fibras nerviosas, tanto ascendentes como descendentes, conducen los impulsos entre la médula espinal y el cerebro a través del bulbo raquídeo. Además, en esta región se localizan los centros de control de funciones cardíacas, vasoconstrictoras, respiratorias y otros procesos reflejos, incluyendo el vómito. Las lesiones en estas estructuras pueden resultar en una muerte inmediata.

LA FORMACIÓN RETICULAR

El tronco encefálico, además de sus componentes mencionados previamente, contiene una estructura adicional conocida como la formación reticular. Esta formación reticular es un conjunto de áreas de sustancia gris entrelazadas con cordones de sustancia blanca que se extienden a lo largo del bulbo raquídeo, la protuberancia y el mesencéfalo, e incluso llegan hasta la médula espinal y el diencéfalo. La formación reticular tiene una amplia gama de funciones, incluyendo el control de funciones motoras y sensoriales, como la respiración, la función cardiovascular y la digestión. Además, también juega un papel importante en la regulación de patrones del sueño, la conciencia y el estado de alerta y despertar del individuo.

SISTEMA LÍMBICO

El sistema límbico es una compleja red de estructuras cerebrales que incluye partes del tálamo, hipotálamo, hipocampo, amígdala, cuerpo calloso, septum y mesencéfalo, y que funciona como una unidad integrada en el encéfalo. Estas estructuras trabajan en conjunto para controlar diversas facetas del comportamiento humano, como las emociones, la respuesta en situaciones de crisis, la memoria y la formación de recuerdos. El sistema límbico desempeña un papel crucial en la regulación de la conducta y en la modulación de la actividad emocional y cognitiva del individuo.

NERVIOS CRANEALES

El sistema nervioso craneal está compuesto por un total de doce pares de nervios craneales, los cuales son simétricos entre sí y emergen de la base del encéfalo. Estos nervios se distribuyen a lo largo de diversas estructuras de la cabeza y el cuello, y se numeran en orden ascendente, de adelante hacia atrás, según su origen. Cada par de nervios craneales contiene tanto fibras sensitivas como motoras, con excepción de los pares I, II y VIII, que son exclusivamente sensitivos.

Las fibras motoras tienen la función de controlar los movimientos musculares, mientras que las fibras sensitivas recopilan información del exterior o del interior del organismo. Los nervios craneales desempeñan un papel fundamental en la comunicación y el funcionamiento del sistema nervioso, permitiendo la conexión del encéfalo con las diferentes partes del cuerpo.

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VASCULARIZACIÓN

El suministro de oxígeno y glucosa a las células nerviosas se lleva a cabo a través de dos pares de arterias craneales. Justo debajo del cuello, cada una de las arterias carótidas comunes se divide en dos ramas: una rama externa conocida como carótida externa, que proporciona sangre a la región externa del cráneo, y una rama interna llamada carótida interna, que suministra sangre al polo anterior del encéfalo.

Por otro lado, las dos arterias vertebrales se unen con las dos carótidas internas en la base del encéfalo, formando una estructura conocida como polígono de Willis, el cual irriga la parte posterior del encéfalo. Este polígono de Willis funciona como un dispositivo de compensación en caso de obstrucción de alguna de las arterias. Cabe destacar que aproximadamente el 25% del gasto cardiaco se destina a los tejidos cerebrales, a través de una amplia red de arterias cerebrales y cerebelosas.

FUNCIONES DE LA CORTEZA CEREBRAL

Los estudios realizados por fisiólogos y neurólogos han permitido mapear áreas específicas de la corteza cerebral con el objetivo de localizar y definir las regiones responsables de diversas funciones cognitivas como los movimientos motores, procesos sensoriales, memoria y otras.

La corteza cerebral se encuentra subdividida en distintas áreas funcionales que, en realidad, se encuentran interconectadas entre sí de manera compleja. Por ejemplo, el área somatomotora, ubicada justo anterior a la cisura central, es la responsable de controlar todos los movimientos voluntarios de los músculos del cuerpo. Las células nerviosas encargadas de controlar el movimiento de los dedos del pie se encuentran en la parte superior de la cisura, mientras que los movimientos faciales son controlados desde la parte inferior del giro angular. Estos hallazgos demuestran la complejidad y especialización de la organización funcional de la corteza cerebral en el cerebro humano.

Inmediatamente posterior a la cisura central se encuentra el área somatosensorial, encargada de recibir impulsos sensoriales provenientes de la superficie cutánea y de estructuras subcutáneas. Aquí se procesan sensaciones como el tacto y el gusto. Las células nerviosas encargadas de recibir la información sensorial de los dedos del pie se encuentran en la parte superior de esta región, mientras que las relacionadas con la cara se ubican en la base.

La zona de la corteza cerebral relacionada con la audición, conocida como área auditiva, se encuentra en la porción superior del lóbulo temporal, mientras que el procesamiento visual, o corteza visual, se localiza en la parte posterior o lóbulo occipital. Por otro lado, el área olfativa se encuentra en la parte anterior, en la porción interna del lóbulo temporal.

El área de Broca, que controla el lenguaje, está ubicada justo debajo del área motora y es responsable de los movimientos musculares necesarios para el habla en la región faríngea y de la boca. El entendimiento del lenguaje, tanto hablado como escrito, se encuentra delegado en regiones situadas entre el área auditiva y el área visual. Estos hallazgos evidencian la especialización y organización funcional de distintas áreas cerebrales relacionadas con la percepción sensorial y el lenguaje en el cerebro humano.

El área frontal de la corteza cerebral, una región clave, desempeña un papel fundamental en procesos como el conocimiento, la inteligencia y la memoria. Por ejemplo, cuando se presenta un estímulo sensorial, como la visualización de un nuevo objeto, este es archivado y almacenado en la memoria por un breve período de tiempo, o incluso de forma más duradera en ciertas células nerviosas del cerebro. Cuando el objeto se vuelve a ver, la memoria se activa y el objeto es reconocido. La sorprendente capacidad de almacenamiento del cerebro se evidencia en el hecho de que los ancianos pueden recordar hechos de la infancia. Los neurólogos están investigando en la actualidad los mecanismos celulares que subyacen al almacenamiento de la memoria.

Una teoría propone que los cambios en el ácido ribonucleico (ARN) de las células de la corteza cerebral, que codifican señales en forma de material proteico, podrían explicar este proceso. Otra teoría sugiere que los neuropéptidos, que son sustancias proteicas que actúan como mensajeros similares a las hormonas, se activan cuando un evento se almacena en forma de memoria. Además, una tercera teoría postula que los neurotransmisores, que son sustancias químicas implicadas en la transmisión de impulsos nerviosos entre las neuronas, se modifican durante el almacenamiento de los impulsos.

Ambos hemisferios cerebrales suelen trabajar juntos, pero cada uno tiene una especialización marcada. Una característica interesante es que el entorno que rodea a una persona se representa en la corteza cerebral de forma especular. Por ejemplo, una sensación en el lado derecho del cuerpo se percibe en el área somatosensorial del hemisferio izquierdo. Del mismo modo, el movimiento del brazo derecho activa las neuronas en la corteza motora del hemisferio izquierdo.

En la mayoría de las personas, el hemisferio izquierdo es dominante, lo que explica por qué la mayoría de las personas son diestras (ver “Ambidextro”). Si se daña parte del lóbulo temporal izquierdo, la comprensión del habla puede deteriorarse. Por otro lado, si se daña la parte derecha del lóbulo temporal, el reconocimiento de objetos puede verse afectado. En general, una lesión en un lado del cerebro puede resultar en la pérdida de funciones sensitivas y motoras en el lado opuesto del cuerpo.

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QUÍMICA Y FISIOLOGÍA

Los procesos metabólicos del cerebro dependen de un suministro constante de glucosa y oxígeno a través de la sangre arterial. Las células nerviosas requieren grandes cantidades de estas sustancias para mantener su actividad fisiológica de forma continua, tanto de día como de noche. Sin embargo, muchas sustancias presentes en la sangre no llegan al cerebro debido a que pequeños elementos actúan como filtros moleculares e iónicos. Se cree que las uniones entre las células de los capilares cerebrales son responsables de esta disminución de permeabilidad.

Este sistema de filtración se conoce como barrera hematoencefálica. Debido a esta barrera, muchos componentes biológicos de alto peso molecular, como las hormonas de la corteza adrenal o los aminoácidos, no pueden atravesarla. Incluso las pequeñas moléculas tampoco pueden cruzarla debido a su polaridad o carga iónica. Este mecanismo ayuda a mantener el equilibrio y la protección de la composición química del cerebro, evitando cambios químicos relacionados con la alimentación.

Las células nerviosas o gliales de diferentes regiones del cerebro se clasifican no solo por su forma, que puede ser piramidal o estrellada, sino también por su composición química. Cada neurona contiene un neurotransmisor específico que juega un papel en la interacción entre las células. Por ejemplo, la serotonina se encuentra en muchas células nerviosas del tronco cerebral, y en conjunto, estas neuronas forman la vía serotoninérgica.

Por otro lado, la noradrenalina se encuentra en otras células nerviosas, formando la vía noradrenérgica. De manera similar, las células nerviosas que contienen acetilcolina constituyen la vía colinérgica. Investigaciones recientes han demostrado que el equilibrio entre estas vías tiene un impacto significativo en la temperatura corporal, la dieta y posiblemente el sueño.

Algunas enfermedades psiquiátricas pueden ser causadas por cambios en la producción y actividad de los neurotransmisores en el sistema límbico. El objetivo principal de los tranquilizantes y otras drogas que actúan en el cerebro es restablecer el equilibrio de los neurotransmisores o corregir alteraciones en un sistema neurotransmisor específico. Además de los aminoácidos, otras sustancias hormonales como los neuropéptidos, presentes en las células nerviosas, también desempeñan un papel importante en la regulación de la actividad neuronal y la transmisión de impulsos.

Un gran número de neurocientíficos se dedican a investigar estos sistemas químicos. El estudio del cerebro, desde su fisiología fundamental hasta su papel en el aprendizaje y las emociones, nos brinda un creciente entendimiento de la química cerebral en condiciones normales y patológicas.

ENFERMEDADES

Traumatismos físicos, daños químicos complejos, desequilibrios bioquímicos, entre otros factores, pueden ocasionar diversos tipos de alteraciones y daños cerebrales de gran magnitud.

Lesiones encefálicas

Tras sufrir un impacto en la cabeza, es posible que una persona experimente síntomas como aturdimiento, conmoción o pérdida momentánea de la conciencia. Esta lesión se conoce como contusión y generalmente no suele causar daños permanentes. Sin embargo, si el golpe es más fuerte y provoca hemorragia o edema, puede ocasionar fuertes dolores de cabeza, mareos, parálisis, convulsiones o incluso ceguera temporal, dependiendo del área afectada.

En el cerebro, una infección bacteriana (como la encefalitis) o en las membranas externas (como la meningitis), hinchazón (edema) o crecimiento anormal de tejido cerebral sano (tumor) pueden aumentar la presión intracraneal, lo cual representa un problema grave. Aunque existen excepciones, los tumores localizados cerca de la superficie generalmente pueden ser extirpados mediante cirugía, mientras que aquellos situados en zonas más profundas solo pueden ser tratados con radiación o crioterapia.

Una lesión que afecte al hipotálamo puede manifestarse con una amplia variedad de síntomas, tales como pérdida de apetito (anorexia) con una significativa reducción de peso corporal, aumento excesivo del apetito que lleva a la obesidad, sed intensa con una excesiva eliminación de líquidos a través de la orina, disfunción en el control de la temperatura corporal que resulta en hipotermia o fiebre, y un estado de mayor sensibilidad emocional, así como episodios incontrolables de ira.

Si el mecanismo entre el hipotálamo y la hipófisis se ve afectado, otras funciones vitales del organismo pueden ser alteradas, incluyendo la función sexual normal, así como las actividades metabólicas y cardiovasculares.

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Lesiones del tronco cerebral

Una lesión en la región del cerebro medio o mesencéfalo, la protuberancia anular o el bulbo raquídeo, suele tener un pronóstico menos favorable. La magnitud y la localización del daño son factores determinantes en las posibles oportunidades de recuperación.

Apoplejía

Una apoplejía se desencadena cuando se obstruye un tronco arterial principal en el encéfalo. Esta obstrucción puede ser causada por un trombo o coágulo de sangre, la construcción de un vaso sanguíneo o una ruptura del vaso acompañada de hemorragia. Durante un episodio, como por ejemplo una elevada presión arterial, la pared de un vaso sanguíneo puede ceder y romperse, lo que se conoce como aneurisma.

Cuando el suministro de sangre se interrumpe en una pequeña parte del encéfalo, llamada isquemia, las células en esa zona mueren y se produce necrosis o infarto, lo que resulta en la pérdida de función en esa área. Los síntomas de una apoplejía suelen incluir la parálisis de un lado del cuerpo (hemiplejia) y pérdida sensorial en el lado opuesto al hemisferio cerebral afectado.

En algunos casos, un cirujano puede realizar la extracción de un coágulo de sangre de una arteria obstruida o realizar un bypass con un vaso sanguíneo artificial. Los anticoagulantes pueden ayudar a disolver el coágulo y los vasodilatadores pueden facilitar el flujo sanguíneo a través del vaso obstruido. La fisioterapia también puede ser beneficiosa para ayudar a los pacientes que han sufrido una apoplejía a recuperar muchas de las funciones perdidas.

Otras enfermedades importantes

Existen otras afecciones que pueden surgir como consecuencia de una lesión localizada, la exposición a sustancias químicas o productos tóxicos como el alcohol o el plomo, una infección bacteriana o un defecto anatómico congénito. La enfermedad de Parkinson, que se manifiesta en adultos, es una enfermedad degenerativa que se caracteriza por la presencia de lesiones en áreas del cerebro encargadas de coordinar los movimientos.

Estas áreas experimentan una disminución en el número de células nerviosas y, por lo tanto, una reducción en la producción de neurotransmisores como la dopamina. Esto da lugar a síntomas como temblores, rigidez muscular y disminución en la capacidad de movimiento. Por otro lado, la parálisis cerebral generalmente tiene su origen en un defecto congénito y resulta en un subdesarrollo o degeneración de las vías motoras del cerebro. Esto provoca rigidez en los miembros y movimientos espasmódicos poco coordinados.

La epilepsia puede originarse por un daño directo en el cerebro durante el nacimiento o por un fallo metabólico del mismo. Cuando se produce una convulsión o una crisis tipo gran mal, la persona pierde la consciencia mientras sufre rigidez y espasmos musculares. Otras veces se sufren crisis menos graves, como la llamada pequeño mal u otras crisis parciales. Estos ataques pueden registrarse en un electroencefalograma o EEG, mediante la colocación de electrodos sobre la piel; estos registran un patrón eléctrico específico que refleja la actividad eléctrica de las células nerviosas cerebrales.

EVOLUCIÓN

La epilepsia puede tener su origen en una lesión directa en el cerebro durante el parto o en un trastorno metabólico del mismo. Durante una convulsión o un episodio de gran mal, la persona puede perder la conciencia y experimentar rigidez y espasmos musculares. Otras veces, pueden ocurrir crisis menos severas, como el llamado pequeño mal o crisis parciales. Estos episodios pueden ser registrados en un electroencefalograma (EEG), que consiste en la colocación de electrodos en la piel para medir el patrón eléctrico específico que refleja la actividad cerebral de las células nerviosas.

En los vertebrados más primitivos, el cerebro es alargado y estrecho, con un sentido del olfato altamente desarrollado en el tracto olfatorio. En las aves, los lóbulos olfatorios son más pequeños, pero los lóbulos ópticos son grandes y bien desarrollados. A medida que se avanza en la escala evolutiva, los hemisferios cerebrales aumentan de tamaño, los tractos olfatorios se cubren y se pliegan en surcos y fisuras. Algunas estructuras cerebrales en animales primitivos, como el cerebelo (que está involucrado en el equilibrio) y el bulbo raquídeo (que controla la respiración y la presión sanguínea), tienen funciones similares a las que desempeñan en los seres humanos.

El tamaño del cerebro no es indicativo del nivel de inteligencia; una persona con discapacidad mental puede tener un cerebro más grande que el de una persona genial. Se cree que el nivel de inteligencia está influenciado por la cantidad y tipo de neuronas activas y cómo están interconectadas entre sí.

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