Oído: partes, Anatomía y fisiología del oído

El sentido auditivo, órgano encargado de la percepción del sonido y el mantenimiento del equilibrio, se encuentra dividido en tres regiones: externa, media e interna. La mayor parte del oído interno está enclavada en el hueso temporal. El espectro de audición, al igual que el de la visión, varía de individuo a individuo. El límite máximo de audición en los seres humanos abarca frecuencias sonoras que oscilan entre 16 y 28.000 ciclos por segundo.

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La capacidad auditiva de percibir la intensidad del sonido (volumen) también fluctúa según la frecuencia. Se observa una mayor sensibilidad a los cambios de volumen en el rango de 1.000 a 3.000 ciclos, lo que permite detectar variaciones de tan solo un decibelio. Sin embargo, esta sensibilidad disminuye cuando se reducen los niveles de intensidad del sonido.

ESTRUCTURA

La porción externa del órgano auditivo se ubica en la región lateral al tímpano o membrana timpánica. Esta comprende la oreja o pabellón auricular (también conocido como lóbulo externo del oído) y el conducto auditivo externo, que tiene una longitud aproximada de tres centímetros y consta de dos áreas distintas: una externa compuesta de tejido fibrocartilaginoso, y otra interna conformada por hueso.

El oído medio se ubica en la cavidad timpánica conocida como caja del tímpano, la cual está separada del oído externo por la membrana timpánica o tímpano. Este incluye un mecanismo encargado de conducir las ondas sonoras hacia el oído interno. Consiste en un estrecho conducto o fisura que se extiende verticalmente unos quince milímetros y horizontalmente otros quince milímetros.

Además, el oído medio se encuentra conectado directamente con la nariz y la garganta a través de la trompa de Eustaquio, que permite el equilibrio de las diferencias de presión entre el oído medio y el exterior mediante la entrada y salida de aire. En el oído medio se encuentra una cadena de tres huesos pequeños y móviles conocidos como martillo, yunque y estribo, los cuales establecen la conexión acústica entre el tímpano y el oído interno, que contiene un líquido.

El oído interno, también conocido como laberinto, se encuentra ubicado en el interior del hueso temporal y alberga los órganos responsables de la audición y el equilibrio, los cuales están inervados por los filamentos del nervio auditivo (ver Sistema nervioso). Está separado del oído medio por la fenestra ovalis, también conocida como ventana oval. El oído interno está compuesto por una serie de cavidades óseas interconectadas, formando el laberinto óseo.

A su vez, dentro de estas cavidades óseas se encuentran otras cavidades membranosas que conforman el laberinto membranoso, el cual está lleno de un líquido llamado endolinfa. Entre el laberinto óseo y el membranoso se encuentra otro líquido llamado perilinfa. Desde un punto de vista morfológico, el oído interno se puede dividir en tres partes principales: la cóclea o caracol, el vestíbulo y los tres canales semicirculares.

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CAPACIDAD AUDITIVA

Las ondas sonoras, que son en realidad cambios en la presión del aire, se transmiten a través del canal auditivo externo hasta el tímpano, donde se produce una vibración. Estas vibraciones se transmiten al oído medio a través de una cadena de huesecillos compuesta por el martillo, el yunque y el estribo, y luego a través de la ventana oval llegan al líquido del oído interno.

El movimiento de la endolinfa generado por las vibraciones estimula un grupo de proyecciones finas similares a cabellos, llamadas células pilosas, que forman el órgano de Corti. Estas células pilosas transmiten señales directamente al nervio auditivo, el cual lleva la información al cerebro. El patrón de respuesta de las células pilosas a las vibraciones de la cóclea codifica la información sobre el sonido para que pueda ser interpretada por los centros auditivos del cerebro.

El rango de audición, al igual que el de visión, difiere entre las personas. El rango máximo de audición en los seres humanos abarca frecuencias de sonido desde 16 hasta 28.000 ciclos por segundo. La capacidad de percibir cambios mínimos de tono varía según la frecuencia y el volumen. Los oídos humanos más sensibles pueden detectar cambios en la frecuencia de vibración (tono) que representan apenas el 0,03% de la frecuencia original, en el rango de 500 a 8.000 vibraciones por segundo. Sin embargo, el oído es menos sensible a los cambios de frecuencia en sonidos de baja frecuencia o baja intensidad.

La percepción del volumen del sonido (intensidad) por parte del oído también varía según la frecuencia. La sensibilidad a los cambios de volumen es mayor en el rango de 1.000 a 3.000 ciclos, lo que permite detectar cambios de un decibelio. Sin embargo, esta sensibilidad disminuye cuando los niveles de intensidad del sonido son más bajos.

Las variaciones en la sensibilidad del oído a los sonidos fuertes pueden tener varios efectos importantes. Los tonos agudos muy fuertes pueden generar tonos subjetivos adicionales en el oído, que no están presentes en el sonido original. Estos tonos subjetivos pueden ser el resultado de imperfecciones en la función natural del oído medio. Las discrepancias en la tonalidad que resultan de incrementos significativos en la intensidad del sonido se deben a estos tonos subjetivos en el oído. Esto puede ocurrir, por ejemplo, cuando se ajusta el control de volumen de un radio.

La entonación de un tono puro también puede ser afectada por su intensidad. Los tonos agudos pueden aumentar hasta alcanzar una nota en la escala musical, mientras que los tonos graves tienden a disminuir su tonalidad a medida que la intensidad del sonido aumenta.

Este efecto solo se percibe en tonos puros, ya que la mayoría de los tonos musicales son complejos y generalmente no se ven afectados por este fenómeno de manera significativa. Sin embargo, cuando hay sonidos que se enmascaran entre sí, la producción de armonías de tonos más bajos en el oído puede amortiguar la percepción de tonos más altos. Este enmascaramiento es lo que a menudo requiere elevar la propia voz para poder ser escuchado en lugares ruidosos.

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EQUILIBRIO

El sentido del equilibrio está vinculado a los canales semicirculares y al vestíbulo. Estos canales contienen estructuras pilosas similares a las del órgano de Corti, que son sensibles a los cambios en la posición de la cabeza.

Los tres canales semicirculares del vestíbulo se disponen en ángulos rectos entre sí, lo que permite a los órganos sensoriales registrar los movimientos de la cabeza en los tres planos del espacio: vertical, horizontal y lateral. Sobre las células pilosas del vestíbulo se encuentran pequeños cristales de carbonato de calcio llamados otolitos, comúnmente conocidos como “arenilla del oído”. Cuando la cabeza se inclina, los otolitos cambian de posición y los pelos debajo de ellos responden a los cambios de presión.

Además de los oídos, los ojos y otras células sensoriales en la piel y los tejidos internos también contribuyen al mantenimiento del equilibrio. Sin embargo, cuando el laberinto del oído interno está dañado o destruido, pueden surgir problemas de equilibrio. Las personas que padecen una enfermedad o afección en el oído interno pueden tener dificultades para mantenerse en pie con los ojos cerrados sin tambalearse o caerse.

ENFERMEDADES DEL OÍDO

Las afecciones que afectan al oído, ya sea externo, medio o interno, pueden ocasionar una pérdida de audición total o parcial. Además, muchas enfermedades del oído interno están relacionadas con problemas de equilibrio. Entre las enfermedades del oído externo se incluyen las malformaciones congénitas o adquiridas, la inflamación causada por quemaduras, congelación o alteraciones en la piel, así como la presencia de cuerpos extraños en el conducto auditivo externo.

Las enfermedades del oído medio pueden incluir la perforación del tímpano y las infecciones. En el oído interno, pueden ocurrir alteraciones debidas a trastornos congénitos, disfunciones, el uso de medicamentos o sustancias tóxicas, problemas circulatorios, lesiones o trastornos emocionales.

El dolor de oídos, conocido como otalgia, no siempre está vinculado a una enfermedad del oído. En ocasiones, la causa puede encontrarse en un diente dañado, sinusitis, amigdalitis, lesiones nasofaríngeas o adenopatías cervicales. El tratamiento dependerá de la causa subyacente. Por otro lado, el acúfeno es una percepción persistente de zumbido en los oídos que puede ser resultado de algunas de las alteraciones mencionadas anteriormente, así como de la acumulación excesiva de cerumen, alergias o tumores. Con frecuencia, el acúfeno crónico se debe a la exposición prolongada a ruidos fuertes que dañan las células pilosas de la cóclea. En algunos casos, las personas que padecen esta afección pueden usar un enmascarador de sonidos para aliviar el problema.

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Enfermedades del oído externo

Dentro de las anomalías congénitas del oído externo, la falta total o parcial del pabellón auditivo, e incluso la ausencia de apertura del canal auditivo externo, son destacables. En casos donde las estructuras del oído medio presentan anormalidades, es posible realizar una cirugía reconstructiva de la cadena de huesecillos para restaurar parte de la capacidad auditiva.

Por otro lado, entre las malformaciones adquiridas del oído externo se encuentran cortes y heridas. El otematoma, también conocido como “oído en forma de coliflor” y típico en boxeadores, es una complicación frecuente causada por daños en el cartílago del oído acompañado de hemorragia interna y una excesiva producción de tejido cicatrizante.

La inflamación del oído externo puede surgir como resultado de diversas enfermedades que también causan inflamación en la piel, como por ejemplo, dermatitis producidas por quemaduras, lesiones o congelaciones. Enfermedades cutáneas como la erisipela o la dermatitis seborreica son afecciones que afectan con frecuencia al oído. Sin embargo, también existen enfermedades menos comunes como la tuberculosis y la sífilis cutánea, que pueden afectar al oído externo.

La existencia de objetos extraños en el canal auditivo externo, como insectos, algodón o cerumen (la cera natural producida por el oído), puede causar perturbaciones en la audición y requiere una extracción cuidadosa.

Enfermedades del oído medio

La ruptura del tímpano puede ser el resultado de una lesión causada por un objeto afilado, una acción vigorosa al sonarse la nariz, un golpe en el oído o cambios bruscos en la presión atmosférica.

La otitis media, ya sea aguda o crónica, es una infección del oído medio. La otitis media supurativa aguda engloba todas las infecciones agudas del oído medio causadas por bacterias piógenas, las cuales suelen llegar al oído medio a través de la trompa de Eustaquio. En casos en los que el mastoides se ve afectado, la otitis media puede complicarse y causar sordera debido a la formación de tejido cicatricial y adherencias que afectan el movimiento del tímpano y los huesecillos. En situaciones de distensión dolorosa del tímpano, puede ser necesario realizar una intervención quirúrgica para permitir el drenaje del oído medio.

Desde que el uso de la penicilina y otros antibióticos se popularizó, las complicaciones que afectan al mastoides han disminuido significativamente en frecuencia. La otitis media supurativa crónica puede surgir como resultado de un drenaje insuficiente del pus durante una infección aguda. Esta condición no responde fácilmente a los antibióticos debido a los cambios patológicos irreversibles que se producen en el oído medio.

Las otitis medias no supurativas, también conocidas como serosas, pueden ocurrir tanto en forma aguda como crónica, y son causadas por la obstrucción de la trompa de Eustaquio debido a enfriamiento de cabeza, amigdalitis o adenoiditis, sinusitis o viajar en un avión no presurizado. La forma crónica también puede deberse a infecciones bacterianas causadas por neumococos o Haemophilus influenzae.

La presencia de una descarga serosa (acuosa) en el oído medio puede empeorar la capacidad auditiva, lo que ha llevado a la sugerencia de que los niños con otitis media pueden enfrentar dificultades en el desarrollo del lenguaje. Para el tratamiento de esta afección se han utilizado diversos enfoques, incluyendo antibióticos, antihistamínicos, extirpación de amígdalas y adenoides, así como la inserción de tubos de drenaje en el oído medio.

Aproximadamente uno de cada mil adultos experimenta una pérdida de audición debido a una condición llamada otosclerosis o otospongiosis, que implica la formación de hueso esponjoso entre el estribo y la ventana oval. Esto resulta en la inmovilización del estribo y la incapacidad de transmitir información al oído interno. A medida que esta condición progresa, puede ser necesario realizar una cirugía para eliminar los depósitos óseos y reconstruir la conexión entre el estribo y la ventana oval. En algunos casos, se puede utilizar una prótesis similar a un émbolo para reemplazar el estribo. Sin embargo, incluso después de una cirugía exitosa, todavía puede haber deposición de tejido óseo y pérdida de audición años más tarde.

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Enfermedades del oído interno

Los trastornos del oído interno también pueden afectar el equilibrio y causar síntomas de mareo. Estos síntomas pueden estar relacionados con anemia, hipertermia, tumores en el nervio acústico, exposición a temperaturas extremas, problemas circulatorios, lesiones cerebrales, intoxicaciones o trastornos emocionales.

El vértigo de Ménière es una condición que se presenta debido a lesiones en los canales semicirculares y puede provocar náuseas, pérdida de audición, acúfenos o zumbidos en los oídos, y problemas de equilibrio. En algunos casos, se puede considerar la destrucción del laberinto pseudomembranoso mediante criocirugía o irradiación con ultrasonidos como un tratamiento para el vértigo que no responde a otras opciones.

La pérdida total de audición, causada por la destrucción traumática del órgano de Corti en el oído interno, representa una gran proporción de los casos de sordera. En años recientes, los científicos han desarrollado un dispositivo electrónico conocido como implante coclear, dirigido a adultos que padecen sordera profunda. Este dispositivo convierte las ondas sonoras en señales eléctricas que se transmiten a través de electrodos implantados en la cóclea, estimulando directamente el nervio auditivo. Sin embargo, los sonidos generados por el implante coclear suelen tener una definición limitada y, hasta el momento, se utiliza principalmente como una ayuda para la lectura de labios.

Otorrinolaringólogos

La mayoría de las afecciones del oído que involucran procesos infecciosos, inflamatorios o alérgicos son atendidas por profesionales médicos especializados en otorrinolaringología, también conocidos como ORL, que se dedican a los trastornos de la laringe, nariz y oídos. Los cirujanos otorrinolaringólogos tratan diversas condiciones como la otosclerosis, traumatismos físicos y drenaje de tejidos infectados mediante intervenciones quirúrgicas.

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