Guerra fría; consecuencias, desarrollo e historia – El legado de la II Guerra Mundial
La Guerra Fría fue un enfrentamiento que ocurrió después de 1945 entre Estados Unidos y sus aliados, por un lado, y un grupo de naciones lideradas por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), por otro. Aunque no hubo un conflicto militar directo entre las dos superpotencias, se manifestaron fuertes rivalidades económicas y diplomáticas. Los intereses divergentes llevaron a la desconfianza y hostilidad mutua, enmarcadas en una creciente rivalidad ideológica.
El término de la Segunda Guerra Mundial marcó un cambio drástico en las dinámicas de las relaciones internacionales. La guerra debilitó considerablemente la posición preponderante de potencias como Alemania, Japón, Gran Bretaña y Francia. A medida que estos países perdieron su estatus de potencias económicas, políticas y militares, surgieron dos nuevas superpotencias, Estados Unidos y la Unión Soviética, que ocuparon su lugar. Las políticas de estas dos superpotencias dominaron las relaciones internacionales y el equilibrio de poder mundial durante los siguientes 45 años.
Índice de contenidos
Introducción
Los líderes de Estados Unidos y la Unión Soviética establecieron una alianza en 1941 con el fin de derrotar a sus enemigos comunes. Fueron los recursos materiales y militares de estas dos naciones los que en última instancia pusieron fin a la guerra. Sin embargo, esta alianza militar, que fue más bien un arreglo conveniente, se debilitó poco después de 1945 debido a sus objetivos políticos divergentes y sus profundas diferencias ideológicas.
Para 1947, ambas partes estaban en conflicto en lo que los analistas políticos llamaron una “guerra fría”. Aunque no hubo un enfrentamiento militar directo, la Guerra fría se extendió más allá de Europa y se convirtió en una rivalidad global ideológica y geopolítica que perduró hasta el colapso de la Unión Soviética en 1991.
La Guerra fría no se limitó únicamente a una rivalidad entre superpotencias, sino que se centró en el conflicto entre dos sistemas políticos, económicos e ideológicos diferentes, un conflicto que se remontaba a la Revolución Rusa de 1917. Esta lucha entre el capitalismo y la democracia, por un lado, y el socialismo y el partido único por el otro, se manifestó en la división del mundo en alianzas militares y bloques políticos. Esta división condujo a una carrera armamentística sin precedentes que amenazó con la aniquilación nuclear del planeta.
Además, la Guerra fría generó crisis diplomáticas y guerras entre los aliados de la Unión Soviética y Estados Unidos en Corea, Vietnam, Afganistán y otros países. Esta confrontación entre las superpotencias también ejerció su influencia en las relaciones internacionales, las instituciones políticas y los sistemas económicos de sociedades de todo el mundo.
Varias naciones, especialmente aquellas que habían obtenido recientemente su emancipación de las potencias coloniales, intentaron evitar ser utilizadas como peones en la Guerra fría, adoptando políticas de no-alineamiento. Sin embargo, tanto la Unión Soviética como Estados Unidos emplearon estrategias militares y económicas para ganar la influencia en lo que el presidente estadounidense John F. Kennedy describió como “los corazones y las mentes de los pueblos subdesarrollados y no alineados del mundo”.
Ambas partes a menudo respaldaron regímenes dictatoriales brutales que protegían sus intereses geopolíticos. A medida que la Guerra fría avanzaba en la década de 1960, el proceso de descolonización se aceleraba.
Antecedentes
Estados Unidos y Rusia iniciaron su enfrentamiento en 1917, cuando los revolucionarios tomaron el control y establecieron la Unión Soviética, declarando una guerra ideológica contra las naciones capitalistas de Occidente. Estados Unidos intervino en la Guerra Civil rusa enviando aproximadamente 10.000 soldados entre 1918 y 1920, y luego se negó a reconocer al nuevo Estado hasta 1933. Durante la II Guerra Mundial, ambos países se aliaron contra Alemania, pero esta alianza comenzó a debilitarse en los años 1944 y 1945, cuando el líder soviético Iósif Stalin, en busca de la seguridad de su país, utilizó el Ejército Rojo para controlar gran parte de Europa Oriental.
El presidente estadounidense Harry S. Truman se mostró en contra de la política de Stalin y buscó unificar Europa Occidental bajo el liderazgo de Estados Unidos. La desconfianza aumentó cuando ambas partes rompieron los acuerdos alcanzados durante la Guerra Mundial. Stalin incumplió su compromiso de realizar elecciones libres en Europa Oriental. Por su parte, Truman se negó a cumplir sus promesas de enviar indemnizaciones desde la Alemania derrotada para ayudar en la reconstrucción de la devastada Unión Soviética.
Maniobras y Contramaniobras
Los funcionarios estadounidenses, preocupados por la creciente presión soviética en Irán y Turquía, interpretaron un discurso pronunciado por Stalin en 1946 como una declaración de guerra ideológica contra Occidente. En 1947, el presidente propuso lo que se conoce como la Doctrina Truman, que tenía dos objetivos: brindar ayuda estadounidense a las fuerzas anticomunistas en Grecia y Turquía, y crear un consenso público en el que los estadounidenses estuvieran dispuestos a combatir en un conflicto hipotético. Ambos objetivos se lograron. Ese mismo año, el periodista Walter Lippmann popularizó el término “Guerra fría” en un libro con ese título.
En el Congreso estadounidense se llevaron a cabo una serie de ampliamente publicitados interrogatorios sobre las actividades procomunistas en Estados Unidos. El senador Joseph Raymond McCarthy se hizo especialmente conocido como investigador y dio nombre a una era de intensa lucha contra el comunismo.
En 1948, Estados Unidos lanzó el Plan Marshall, también conocido como Programa de Recuperación Europea, con una dotación de 13.000 millones de dólares destinados a la reconstrucción de Europa Central y Occidental. Ante la respuesta de Stalin, que aumentó su control sobre Europa Oriental y amenazó la posición de Occidente en Alemania, Truman colaboró en la creación de una alianza militar, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y en el establecimiento de una Alemania Occidental independiente.
La Guerra Fría experimentó un aumento en los años 1949 y 1950, cuando los soviéticos realizaron su primera prueba de una bomba atómica y los comunistas tomaron el control de toda China. Estos últimos establecieron una alianza con Stalin, pero Estados Unidos se negó a reconocer al nuevo régimen. En Japón, que estaba bajo control estadounidense en ese entonces, se aceleró el desarrollo económico como medida para contrarrestar el avance del comunismo en Asia. En 1950, cuando Corea del Norte, gobernada por comunistas, invadió a Corea del Sur, Truman ordenó la intervención del ejército estadounidense.
El conflicto, conocido como la Guerra de Corea, se prolongó por tres años hasta que se alcanzó una tregua que dejó la frontera en su estado previo a la guerra. En 1953, con la muerte de Stalin y el abandono de Truman de su cargo, la lucha por Europa continuó. La URSS intentó proteger a la Alemania Oriental comunista de una posible pérdida de población, construyendo el famoso Muro de Berlín en 1961.
Cada una de las superpotencias también buscó influenciar a las nacientes naciones de Asia, África, Oriente Próximo y Latinoamérica. En América del Sur, el Caribe y América Central, los movimientos insurgentes y los golpes de Estado a menudo estaban vinculados a este conflicto. La aparición en la década de 1960 de la Doctrina de la Seguridad Nacional tuvo un impacto significativo en toda Sudamérica, resultando en violaciones persistentes de los derechos humanos. En 1962, se produjo una grave crisis cuando la URSS instaló misiles en Cuba, su nuevo aliado en ese momento. El presidente John Fitzgerald Kennedy amenazó con represalias nucleares, y los soviéticos retiraron los misiles a cambio de la promesa de Kennedy de no invadir Cuba. Esta crisis de los misiles generó tensiones en el seno de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Tras la crisis, los líderes soviéticos se vieron debilitados cuando los líderes chinos se distanciaron de Moscú y los países de Europa del Este comenzaron a expresar su descontento. El nacionalismo demostró ser más poderoso que el comunismo. Mientras tanto, Estados Unidos se enfrentaba a desafíos en la guerra de Vietnam, una sangrienta acción militar en un intento fallido de mantener el control sobre Vietnam del Sur. Además, la supremacía económica de Estados Unidos en la posguerra fue desafiada por Japón y Alemania Occidental (República Federal de Alemania).
Hacia 1973, las dos superpotencias en conflicto acordaron una política de distensión, con el objetivo de frenar la creciente carrera armamentista y reducir su competencia política, militar y económica en el Tercer Mundo. Sin embargo, esta distensión se mantuvo solo hasta 1980, cuando las tropas soviéticas invadieron Afganistán para respaldar al régimen marxista en el poder. El recién elegido presidente estadounidense Ronald Reagan respondió con una masiva acumulación de armas y nuevos desafíos para los grupos respaldados por los soviéticos en las naciones en desarrollo.
El fin de la guerra fría
En 1985, Mijaíl Gorbachov asumió el poder en la URSS, representando una nueva generación de líderes soviéticos. Tanto él como Reagan acordaron reducir la presencia de las superpotencias en Europa y moderar la competencia ideológica a nivel mundial. Las tensiones disminuyeron cuando las tropas soviéticas se retiraron de Afganistán. A principios de la década de 1990, Gorbachov cooperó ampliamente con los esfuerzos militares de Estados Unidos para enfrentar la agresión de Irak en Oriente Próximo.
La Guerra Fría llegó a su fin en Europa cuando las naciones recién liberadas de Europa Oriental eligieron gobiernos democráticos y Alemania se unificó. La carrera armamentista se detuvo y la competencia ideológica disminuyó a medida que el comunismo fue cuestionado. El presidente estadounidense George Bush habló de la necesidad de un “nuevo orden mundial” que reemplazara la rivalidad entre superpotencias que había dividido al mundo y alimentado la Guerra Fría.
En mayo de 1997, se llevó a cabo la firma de un acuerdo histórico entre Rusia, liderada por Borís Yeltsin, y la OTAN, cuyo secretario general en ese momento era el español Javier Solana. Este acuerdo permitió la expansión de la OTAN hacia los países que formaban parte del antiguo bloque soviético, sin que Rusia lo considerara un acto hostil.
Este acuerdo, conocido como el Acta Fundacional sobre las Relaciones Mutuas de Cooperación y Seguridad entre la OTAN y la Federación Rusa, ratificado el 27 de mayo en París, marcó un hito importante al dejar de considerar a la OTAN y a Rusia como adversarios. Por esta razón, muchos analistas lo consideraron como el fin definitivo de la Guerra Fría.