Cristóbal Colón; historia: biografía y viajes
Cristóbal Colón, nacido en el año 1451 y fallecido en 1506, fue un navegante y explorador, posiblemente de origen genovés, al servicio de la Corona de Castilla. Fue un personaje controvertido y enigmático, autodidacta y observador agudo. Descubrió el Nuevo Mundo el 12 de octubre de 1492, convirtiéndose en el primer almirante, virrey y gobernador de las Indias. Además, enseñó a los navegantes de su época la ruta para viajar hacia y desde el continente que posteriormente se llamaría América.
Cristóbal Colón nació probablemente en 1451 en Génova, aunque hay autores que defienden diversas teorías sobre su origen, como que era catalán, mallorquín, judío, gallego, castellano, extremeño, corso, francés, inglés, griego o incluso suizo. Según la hipótesis genovesa, sus padres fueron Doménico Colombo, quien se dedicaba al tejido, la lana o regentaba una taberna, y Susana Fontanarrosa. De los cinco hijos del matrimonio, Cristóbal y Bartolomé mostraron desde temprana edad su inclinación por el mar; el tercero fue Giacomo (Diego Colón), que aprendió el oficio de tejedor; mientras que Giovanni falleció prematuramente y la única hija mujer no dejó rastro histórico.
Índice de contenidos
Introducción
Al rememorar aquellos primeros años, Colón expresó en 1501: ‘Desde temprana edad me embarqué en el mar y he continuado navegando hasta el día de hoy… Han pasado más de cuarenta años desde que me dedico a este oficio. He recorrido todos los mares navegados hasta ahora’.
Colón adquirió experiencia en el mar en galeras genovesas, primero como grumete y luego como marinero, a partir de los 15 años, hasta llegar a tener mando en barcos a los 20 o 22 años. Entre 1470 y 1476, navegó por todas las rutas comerciales importantes del Mediterráneo, desde Quíos en el Egeo, hasta la península Ibérica, trabajando para destacadas empresas genovesas.
Además, participó en conflictos bélicos, como el enfrentamiento entre Renato de Anjou y el rey de Aragón, Juan II, por la sucesión al trono de Nápoles. Se cree que, aprovechando la época de guerra y conflictos, Colón también se dedicó a la actividad de corsario, una actividad lucrativa y reconocida incluso en los tratados internacionales de la época.
Colon y Portugal
Conforme relatan los cronistas contemporáneos, después de un feroz combate naval cerca del cabo de San Vicente el 13 de agosto de 1476, Colón llegó a la ciudad de Lagos en la costa sur de Portugal, cerca de Sagres. Su barco se incendió y Colón se salvó aferrándose a un remo y nadando hasta la costa. Así comenzó su estancia en Portugal, que duró casi una década y resultó ser de gran importancia y decisiva, aunque envuelta en misterio.
Fue en ese pequeño reino ibérico y bajo la tutela de los portugueses donde Colón aprendió sobre el océano (es decir, el Atlántico, que en esa época era considerado el océano por excelencia), se familiarizó con las rutas comerciales que iban desde Islandia hasta el archipiélago de Madeira, adquirió conocimientos sobre la navegación en alta mar, los vientos y corrientes atlánticos, y navegó hasta el golfo de Guinea.
Según los cronistas, una vez recuperado, Colón partió de Lagos y se dirigió a Lisboa, donde se dedicó al comercio. En 1477 viajó a Inglaterra e Islandia, y en 1478 se movió entre Lisboa y el archipiélago de Madeira transportando cargamentos de azúcar. Alrededor de 1480, se cree que contrajo matrimonio con Felipa Moñiz, quien le ayudó a establecer su residencia y obtener la ciudadanía portuguesa. En esta unión nació su hijo Diego Colón alrededor de 1482 en la isla de Porto Santo, parte del archipiélago de Madeira.
¿Conocía colon antes de 1492 las tierras de América?
Existen sólidos indicios y pruebas razonables, como se desprende del preámbulo de las Capitulaciones de Santa Fe, de que Colón tenía conocimientos más profundos de lo que manifestaba en su plan de descubrimiento. Este convencimiento, que se difundió entre los primeros colonizadores y cronistas desde el principio, se conoce como el “predescubrimiento de América”.
Parece ser que entre los años 1477 y 1482, durante los frecuentes viajes de Colón a las islas Madeira, Azores y Canarias, algo trascendental ocurrió, a lo que él mismo se refiere como un “milagro evidente”. Según sus propias palabras: “Nuestro Señor me abrió el entendimiento de manera palpable, mostrándome que era posible navegar desde aquí a las Indias, y me infundió la voluntad de llevarlo a cabo. Y con esta ardiente convicción vine a presentarla a Vuestras Altezas”.
Los proponentes del “predescubrimiento de América” sostienen que el acontecimiento trascendental, repentino y milagroso que tuvo lugar en la vida de Colón en algún momento de estos años, fue que alguien con conocimientos precisos le informó sobre la existencia de tierras al otro lado del océano Atlántico. Esta información incluía detalles precisos sobre algunas islas, sus habitantes y lugares específicos, así como las distancias implicadas.
Según algunos, ese “alguien” fue un piloto portugués o castellano (de acuerdo con la leyenda del “piloto anónimo”), que regresaba de Guinea y fue arrastrado por una tormenta hasta las Antillas. Después de pasar un tiempo allí, regresó, se encontró con Colón, le informó y luego falleció.
De acuerdo con otra teoría, se cree que la información que Colón obtuvo no provino de un europeo, sino de un grupo indígena que, durante un viaje por las Antillas, se vio obligado a desviarse hacia el océano hasta encontrarse con Colón. Ambas teorías coinciden en que este encuentro habría tenido lugar varias leguas al oeste de las Canarias, Azores o Madeira, en una zona que Colón solía frecuentar en aquel entonces. Colón se sintió elegido por la Providencia para descubrir estas tierras y, a partir de ese momento, comenzó a elaborar su proyecto, consciente de que enfrentaría la mayor dificultad en cómo articularlo teóricamente para defenderlo ante los principales expertos de la época, tanto portugueses como castellanos.
El proyecto Descubridor Colombino
En aquellos años transcurridos entre 1480 y 1482, Cristóbal Colón era ya un experimentado marino, un hombre pragmático y autodidacta, pero carecía de conocimientos científicos y teóricos: “En la navegación era competente; en astrología poseía lo básico, al igual que en geometría y aritmética”.
Para elaborar su plan de descubrimiento, Colón, quien podría considerarse más un hombre de la Edad Media que de la Edad Moderna, y se sentía un instrumento de la Providencia, utilizó diversas fuentes informativas: la obra Historia rerum ubique gestarum del papa Pío II; el tratado Imago mundi del cardenal y teólogo francés Pierre d’Ailly; y la Correspondencia y Mapa que, en 1474, el erudito y geógrafo florentino Paolo dal Pozzo Toscanelli había enviado al rey de Portugal Alfonso V a través de su amigo, el canónigo lisboeta Fernando Martins.
De las dos primeras obras, que eran compendios del conocimiento de la época y que estudió minuciosamente, como evidencian las casi 1.800 anotaciones marginales que hizo en sus copias, extrajo referencias específicas sobre lugares bíblicos en el extremo oriental, como el Paraíso Terrenal, el Jardín del Edén, Tarsis y Ofir, el reino de Saba, los montes de Sophora, o el país de las amazonas, que pronto ubicaría en diferentes regiones de las Indias, ya que consideraba que allí se encontraba el extremo de Asia.
De Toscanelli, quien seguía lo que el viajero italiano Marco Polo había dejado escrito, Colón obtuvo información sobre el territorio que había sido gobernado por la dinastía Yuan, la tierra firme asiática (Catay, Mangi y Ciamba) y, sobre todo, Cipango, una isla a 1.500 millas de China (la Catay colombina), que se refería al Japón actual, famosa por su riqueza. Sin embargo, había un punto en el que Colón discrepaba con el sabio florentino: las distancias entre los dos extremos del océano.
Toscanelli asignaba 120 grados de la esfera terrestre a la misma distancia (casi el doble de la real), y aunque situaba algunas islas en el camino, la empresa resultaba muy arriesgada. Por esta razón, los portugueses, después de estudiar el plan, lo rechazaron y lo archivaron. Colón, sin embargo, sabía que Toscanelli estaba equivocado en cuanto a las distancias: al comenzar su viaje descubridor, anunció que las primeras tierras se encontrarían a 800 leguas de las Islas Canarias.
Para respaldar su propuesta frente a los especialistas, tuvo que realizar cálculos basados en las dimensiones de los grados y la esfera terrestre. Se basó en las estimaciones del astrónomo musulmán Alfragano (Al-Farghani) del siglo IX, que establecían que 1 grado equivalía a 56 millas y 2/3 (una medida árabe de casi 2.000 metros), lo que resultaba en una circunferencia del ecuador de 20.400 millas, es decir, aproximadamente 40.000 kilómetros (la medida real).
Sin embargo, Colón redujo el tamaño de la esfera terrestre y estimó que el ecuador tenía una longitud de alrededor de 30.000 kilómetros, es decir, una cuarta parte menos, ya que estaba usando la milla italiana, que medía alrededor de 1.500 metros. En algún momento entre 1483 y 1484, presentó esta propuesta a los expertos portugueses, quienes la rechazaron. Ellos sabían más que Colón sobre mediciones y cálculos, y además consideraban que su plan de exploración exigía demasiado a cambio de ofrecerles poco de nuevo.
Colon en Castilla
Hacia fines de 1484 o comienzos de 1485 partió de Portugal de la forma más discreta posible y se adentró en Castilla: ‘Pasé siete años en su real corte, y cuando se habló de mi empresa, todos sin excepción la consideraron una farsa’, recordaría más tarde. Luego de llegar con su hijo Diego a algún puerto del golfo de Cádiz, posiblemente el de Palos de la Frontera en Huelva, visitó el convento franciscano de Santa María de La Rábida, donde siempre encontró apoyo material y amistad por parte de Colón.
El 20 de enero de 1486, los monarcas españoles (la reina Isabel I de Castilla y el rey Fernando II de Aragón) tuvieron su primer encuentro con Colón en la ciudad de Alcalá de Henares (actualmente parte de la Comunidad de Madrid), y luego convocaron a un comité de especialistas para evaluar el proyecto de Colón. Sin embargo, al igual que en Portugal, la comunidad científica se mostró en contra de su propuesta.
A pesar de la incredulidad de muchos, Colón siempre encontró protectores. Algunos de los más constantes fueron frailes con influencia ante los monarcas, como el fiel astrólogo y experto en navegación, fray Antonio de Marchena. Otro influyente religioso, maestro del príncipe don Juan y siempre a favor de Colón, fue fray Diego de Deza. Es posible que el futuro descubridor haya compartido sus conocimientos en secreto durante la confesión con ambos. Un tercer fraile decisivo en 1491 y 1492 fue Juan Pérez, del monasterio de La Rábida. En la última etapa de las negociaciones, además de eclesiásticos, Colón contó con el apoyo de destacados cortesanos, como Luis de Santángel, Juan Cabrero o Gabriel Sánchez.
Durante los años 1487 y 1488, mientras esperaba en Córdoba la decisión de los monarcas Isabel I y Fernando II, Colón conoció a Beatriz Enríquez de Arana, una joven de origen humilde, con quien tuvo un hijo el 15 de agosto de 1488: Hernando Colón. Para enfrentar sus necesidades, trabajó con sus propias manos pintando mapas náuticos o portulanos, que luego vendía a navegantes, y se dedicó al comercio de libros ilustrados. En 1488, de manera sorprendente, fue invitado por el rey portugués Juan II, y parece que hizo un viaje rápido a Portugal. Poco después viajó por Andalucía, donde visitó a los duques de Medinasidonia y Medinaceli, mientras la guerra de Granada, que mantenía ocupados a los Reyes Católicos, llegaba a su fin.
Las capitulaciones de Santa Fe
Luego de numerosos intentos y con la intervención favorable del monasterio de La Rábida, en especial del fraile Juan Pérez, los Reyes Católicos respaldaron el plan colombino en un acto personal, no científico. El 17 de abril de 1492 se suscribieron las Capitulaciones de Santa Fe, un contrato que establecía las condiciones del viaje descubridor de Cristóbal Colón. El documento consta de dos partes, siendo la primera un preámbulo sorprendente que reza así: “Vuestras Altezas otorgan a don Cristóbal Colón en reconocimiento de los descubrimientos que ha hecho en los océanos y del viaje que realizará con la ayuda de Dios en su servicio, son los siguientes”. Este “ha descubierto” es considerado por los partidarios de la teoría del predescubrimiento como prueba documental decisiva, ya que Colón se atribuye descubrimientos previos a 1492 en el océano, que ahora se transfieren a los Reyes Católicos, quienes le otorgan una serie de privilegios en la segunda parte del documento.
1º) El oficio de almirante de la Mar Océana, vitalicio y hereditario, en todo lo que descubra o gane, y según el modelo del almirante mayor de Castilla.
2º) Los oficios de virrey y gobernador en todo lo que él descubra o gane. No se habla de hereditariedad. Para cubrir los cargos en las Indias, puede proponer terna a los Reyes con el objeto de que estos escojan.
3º) La décima parte de todas las ganancias que se obtengan en su almirantazgo.
4º) Que todos los pleitos relacionados con las nuevas tierras los pueda resolver él o sus justicias. Este punto nunca se cumplió porque estaba condicionado a los precedentes castellanos.
5º) El derecho a participar con la octava parte de los gastos de cualquier armada, recibiendo a cambio la octava parte de los beneficios.
Con este documento capital y otras mercedes, se dirigió a la villa de Palos de la Frontera a preparar la flota descubridora.
El gran viaje
Tres barcos, Pinta, Niña y Santa María; un presupuesto de aproximadamente dos millones de monedas de vellón; y cerca de 90 tripulantes, reclutados con la valiosa asistencia de los hermanos Martín Alonso y Vicente Yáñez Pinzón, conformaron la flota exploradora más influyente de la historia. El 2 de agosto de 1492, Cristóbal Colón ordenó el embarque de su equipo, y al amanecer del día siguiente, zarpó del puerto de Palos de la Frontera.
El viaje inaugural tuvo como primera parada las Islas Canarias, donde los aventureros debieron reparar el timón de la Pinta. El 6 de septiembre, aprovechando los favorables alisios, Colón fijó rumbo al Oeste, dando inicio a la épica travesía. Su meta era Cipango, y advirtió a la tripulación que no se preocupara hasta haber navegado 700 leguas. A partir de esa distancia, se evitaría la navegación nocturna. Como precaución, decidió llevar dos registros de las distancias recorridas: uno privado o real (solo para él), y otro público o ficticio, en el cual subestimaría la distancia recorrida.
El 13 de septiembre observó la variación magnética de la Tierra, y el 16 llegaron al mar de los Sargazos. A partir del 1 de octubre notó que algo no encajaba con sus cálculos. El día 6 ya habían superado las 800 leguas y no había señales de tierra. Durante la noche del 6 al 7 de octubre se produjo la primera revuelta entre los marinos de la Santa María. Los hermanos Pinzón apoyaron a Colón y sofocaron la situación. Sin embargo, en la noche del 9 al 10 de octubre la insatisfacción se extendió a todos, incluyendo a los mismos Pinzón. Decidieron navegar tres días más y si no encontraban tierra, regresarían. Pero no fue necesario: en la madrugada del 11 al 12 de octubre, el marinero Rodrigo de Triana exclamó el esperado grito: ‘¡tierra!’.
Al día siguiente desembarcaron en la isla de Guanahaní (que bautizaron como San Salvador), ubicada en el archipiélago de las Bahamas, y tomaron posesión de la nueva tierra en nombre de los monarcas. El 28 de octubre llegaron a la isla de Cuba, y el 21 de noviembre Martín Alonso Pinzón se separó de la flota. El 6 de diciembre arribaron a la isla de La Española, pero el 24 la Santa María encalló.
Con los restos de la embarcación y la ayuda del cacique Guacanagarí, construyeron el fuerte de Navidad. Dejaron a 39 españoles allí y continuaron navegando por la costa, encontrándose con Martín Alonso Pinzón el 6 de enero de 1493, antes de llegar a la península de Samaná. Desde esa zona, el 16 de enero siguiente, el almirante ordenó el regreso a España. El viaje fue tranquilo hasta llegar a las Azores, donde una fuerte tormenta (12-15 de febrero) obligó a la Pinta a separarse del almirante y dirigirse a la localidad gallega de Bayona (Pontevedra).
Después de otra feroz tormenta el 4 de marzo cerca de Lisboa, el descubridor se vio obligado a desembarcar en Portugal. El 15 de marzo, Cristóbal Colón, al mando de la Niña, llegó triunfal a Palos de la Frontera. Martín Alonso hizo lo mismo con la carabela Pinta unas pocas horas más tarde, pero llegó muy enfermo y murió en pocos días. Después de su exitoso descubrimiento, Colón informó a los Reyes Católicos, que se encontraban en Barcelona, y se dirigió a su encuentro, siendo recibido por ellos con todos los honores. Para anunciar el acontecimiento, escribió la famosa Carta de Colón.
El segundo viaje
El 25 de septiembre de 1493, el almirante partió de Cádiz al mando de una flota de 17 barcos y aproximadamente 1.200 tripulantes, llevando consigo las primeras semillas y animales. Al dejar las Canarias, Colón navegó hacia el sur en comparación con su primer viaje, con el objetivo de llegar a la entrada de las Indias, en las Pequeñas Antillas. Después de descubrir la isla de Puerto Rico, llegó al fuerte de Navidad y descubrió que había sido destruido y los españoles habían muerto. Sobre los restos del fuerte, en diciembre fundó la primera ciudad de América, llamada la Isabela. Luego exploró la costa sur de Cuba, llegó a Jamaica y a finales de 1494 descubrió Sudamérica al llegar a la región de la actual ciudad venezolana de Cumaná, aunque mantuvo este descubrimiento en secreto hasta su tercer viaje.
Con el inicio del segundo viaje de Colón, comenzó el proceso de colonización de La Española, pero también surgieron conflictos entre los colonos españoles y las revueltas de los indígenas. A partir de 1495, la reputación del Nuevo Mundo comenzó a deteriorarse, y se escuchaba con frecuencia el grito entre los españoles de “¡Así Dios me lleve a Castilla!”. El 11 de junio de 1496, Colón regresó a Cádiz con la intención de contrarrestar la propaganda negativa sobre las Indias. Llegó vistiendo un hábito de fraile franciscano.
El tercer viaje
Fue difícil organizar la tercera expedición de Colón. El interés por las Indias había disminuido y faltaban voluntarios para embarcar. Incluso se autorizó a Colón reclutar a delincuentes. La flota finalmente se compuso de ocho navíos y 226 tripulantes, y partió del puerto de Sanlúcar de Barrameda en un intervalo entre febrero y el 30 de mayo de 1498.
Desde las Islas Canarias, Colón siguió hacia las islas portuguesas de Cabo Verde, navegando a una latitud más al sur que en sus viajes anteriores, lo que lo llevó a enfrentarse a una zona de calmas. A finales de julio, descubrió la isla de Trinidad (actualmente parte de la República de Trinidad y Tobago).
A partir del 2 de agosto, recorrió la costa de la península de Paria (hoy en día Venezuela), donde consideró solemnemente que había llegado al entorno del Paraíso Terrenal. En su camino hacia La Española, divisó la isla de Margarita, donde observó que los habitantes pescaban perlas. Finalmente, el 20 de agosto, llegó a la nueva capital de las Indias, Santo Domingo, que había sido fundada en 1496 por su hermano Bartolomé en el sur de la isla de La Española.
La situación en la colonia era precaria: la mayoría de los españoles, liderados por Francisco Roldán, se habían rebelado contra la autoridad de los Colón. Aunque la llegada del virrey no resolvió el problema, las quejas contra la familia Colón se intensificaron debido a algunas acciones dudosas del propio almirante, como ocultar la existencia de criaderos de perlas en Margarita y la cercana isla de Cubagua, y llegaron a oídos de la corte real.
Como resultado, los Reyes decidieron destituir a Colón. El 23 de agosto de 1500, Francisco de Bobadilla llegó al puerto de Santo Domingo para reemplazar al virrey y gobernador. Hubo cierta resistencia por parte de los Colón, lo que explicaría la dureza de Bobadilla en su trato. A principios de octubre de 1500, Cristóbal, Bartolomé y Diego Colón regresaron a España cargados con cadenas.
El cuarto viaje
Los Reyes Católicos se indignaron por el mal trato que recibió su almirante, aunque si bien en cierta medida lo compensaron, no lo reinstalaron en sus antiguos cargos. Prometieron hacerlo, pero mientras tanto le encomendaron un cuarto viaje. Con cuatro embarcaciones y 150 tripulantes, Colón partió de Cádiz el 11 de mayo de 1502. El objetivo era encontrar un paso que permitiera llegar a la Especiería (las Molucas actuales), ya que Colón seguía creyendo que el área antillana era la antesala de Asia.
Siguió una ruta similar a la del segundo viaje para cruzar el océano Atlántico, con órdenes de no detenerse en Santo Domingo. Navegó por el mar Caribe hasta llegar al cabo Honduras, luego siguió hasta el cabo de Gracias a Dios y recorrió la costa de Panamá desde donde, años después, se fundaría la ciudad de Portobelo.
Sin embargo, no encontró lo que buscaba: ni paso, ni oro, ni especias. En cambio, enfrentó muchas dificultades y perdió dos barcos en el proceso. El 1 de mayo de 1503, se dirigió a La Española, pero se vio obligado a recalar en Jamaica, en la bahía de Santa Ana, donde tuvo que encallar los dos barcos y esperar. Afortunadamente, la valentía de Diego Méndez y Bartolomé Fiesco, quienes lograron llegar en dos canoas desde Jamaica a La Española, los salvó.
El 28 de junio de 1504 partieron de Jamaica y el 12 de septiembre, en dos barcos, se dirigieron a España. Después de llegar a Sanlúcar de Barrameda el 7 de noviembre de 1504, Colón, fracasado y enfermo, continuó hasta la corte y reclamó en vano sus derechos. Falleció el 20 de mayo de 1506 en Valladolid. Dos años después, su hijo Diego comenzó a presentar los llamados Pleitos Colombinos ante la justicia con el objetivo de obtener la restitución a la familia Colón de los privilegios otorgados por los Reyes Católicos al descubridor de América.