Arqueoastronomía: historia y concepto

La arqueoastronomía es el análisis de cómo los antiguos pueblos comprendían y utilizaban los fenómenos celestes, abarcando desde la prehistoria hasta civilizaciones avanzadas en regiones como el Cercano Oriente y América Latina. Esta disciplina combina el trabajo de astrónomos, arqueólogos, etnógrafos y otros expertos para descifrar el valor astronómico de estructuras y textos antiguos. Entre los hallazgos relevantes se incluyen desde grabados y esculturas de culturas indígenas americanas, hasta monumentos megalíticos como Stonehenge en Inglaterra, así como los complejos sistemas calendáricos elaborados por civilizaciones como la egipcia, la maya y la azteca.

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Los restos de culturas alrededor del mundo revelan su estrecha relación con los ciclos del Sol, la Luna y las estrellas, así como con eventos excepcionales como la aparición de novas o cometas. Más allá de que el cielo representara un elemento central en las antiguas civilizaciones —algo que ha perdido relevancia en las sociedades modernas debido a la presencia constante de luz artificial—, la regularidad de los fenómenos astronómicos ofrecía a estas culturas una herramienta clave para organizar su visión del entorno. Gracias a ello, podían medir el tiempo, anticipar eventos estacionales cruciales para la agricultura, emprender viajes de navegación y crear los calendarios necesarios para el funcionamiento de sus complejas sociedades.

Introducción

La alineación de las pirámides egipcias y diversas estructuras en Oriente Próximo y Europa con fenómenos celestes comenzó a investigarse científicamente entre finales del siglo XVIII y principios del XIX. Este interés se profundizó notablemente con los estudios del astrónomo británico Sir Joseph Norman Lockyer y otros expertos hacia finales del siglo XIX. Investigaciones sobre Stonehenge y otros megalitos primitivos han demostrado que estas edificaciones fueron diseñadas para alinearse con eventos como el solsticio de verano.

Además, templos y construcciones similares se emplearon para registrar fases lunares y la aparición de estrellas destacadas, como Sirio. En América, figuras de piedra circulares y construcciones de túmulos también se orientaron al solsticio de verano, mientras que grabados en piedra parecen representar fenómenos astronómicos, como la supernova de 1054 d.C., cuyo remanente es hoy conocido como la nebulosa del Cangrejo.

Los métodos de observación astronómica antiguos variaban según la región. En áreas tropicales, como Oceanía, se utilizaban sistemas de coordenadas horizontales para guiar viajes marítimos, en contraste con el uso de la eclíptica en zonas templadas. Solo recientemente se ha comenzado a valorar la complejidad de estos antiguos sistemas de navegación y observación.

Clive Ruggles sostiene que es incorrecto definir la arqueoastronomía como el estudio de la astronomía antigua, ya que esta última es una ciencia moderna, mientras que la arqueoastronomía explora cómo diferentes culturas interpretaban los fenómenos celestes desde una perspectiva cultural. Este campo está estrechamente vinculado a la etnoastronomía, que analiza cómo las sociedades contemporáneas observan y entienden el cielo desde un punto de vista antropológico. Además, se relaciona con la astronomía histórica, que usa registros antiguos para resolver problemas astronómicos, y con la historia de la astronomía, que examina las prácticas astronómicas del pasado.

La arqueoastronomía emplea diversas técnicas, como la arqueología, astronomía, estadística y análisis histórico, para identificar evidencias de prácticas astronómicas antiguas. Sin embargo, la integración de estos métodos, dada su diversidad y la variedad de fuentes, ha sido un desafío para los investigadores. Esta disciplina complementa áreas como la arqueología del paisaje y la arqueología cognitiva, al explorar cómo los elementos materiales y sus vínculos con el cielo reflejan creencias sobre los ciclos naturales. Por ejemplo, en la cultura maya, la relación entre la astronomía y la agricultura es fundamental. También se ha estudiado cómo el orden cósmico influía en la disposición de caminos y territorios de algunas sociedades.

La arqueoastronomía puede aplicarse a todas las culturas y épocas, aunque los significados atribuidos al cielo varían según el contexto cultural. No obstante, es posible aplicar métodos científicos para analizar sus creencias antiguas. Ruggles destaca la necesidad de equilibrar el enfoque social y científico en esta disciplina, describiéndola como un campo que combina estudios académicos rigurosos con especulaciones que a veces bordean lo irracional.

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La historia de la arqueoastronomía

Hace dos siglos, antes de que Michell escribiera sobre arqueoastronomía, no existían ni arqueólogos profesionales ni arqueoastrónomos, aunque sí había astrónomos y anticuarios que sentaron las bases de esta disciplina. Los anticuarios se dedicaban a interpretar la orientación astronómica de diversas ruinas en Inglaterra. William Stukeley analizó Stonehenge en 1740, siguiendo el camino iniciado por John Aubrey en 1678 y por Henry Chauncy en 1700, quien relacionó principios astronómicos con la orientación de iglesias. A finales del siglo XIX, astrónomos como Richard Proctor y Charles Piazzi Smyth investigaron la alineación de las pirámides.

El término “arqueoastronomía” fue acuñado en 1973 por Elizabeth Chesley Baity, inspirado por Euan MacKie. Sin embargo, como campo de estudio, su origen puede rastrearse más atrás, dependiendo de cómo se defina. Clive Ruggles señaló a Heinrich Nissen, activo en el siglo XIX, como el primer arqueoastrónomo. Rolf Sinclair destacó a Norman Lockyer como el “padre de la arqueoastronomía”, mientras que Euan MacKie atribuyó el origen de la arqueoastronomía moderna a Alexander Thom, quien desarrolló investigaciones en Inglaterra entre las décadas de 1930 y 1970.

En la década de 1960, el ingeniero Alexander Thom y el astrónomo Gerald Hawkins destacaron por sus estudios sobre sitios antiguos. Hawkins propuso que Stonehenge funcionaba como un “computador neolítico”, aunque esta teoría fue rápidamente descartada. No obstante, el trabajo de Thom tuvo mayor aceptación, al sugerir que la astronomía era una práctica común en las islas británicas, basada en sus estudios de sitios megalíticos.

Euan MacKie, consciente de la necesidad de verificar las teorías de Thom, llevó a cabo excavaciones en Kintraw, Argyllshire, en 1970 y 1971. Encontró una plataforma artificial en el lugar, lo que respaldó la hipótesis de Thom sobre alineaciones astronómicas y confirmó que Kintraw estaba alineado con el solsticio de invierno. Esto llevó a Thom a desarrollar una teoría geométrica aplicada al círculo de monolitos en Cultoon, en la isla de Islay, con resultados igualmente positivos. MacKie aceptó estas conclusiones y publicó nuevas interpretaciones sobre la prehistoria de Inglaterra.

Sin embargo, Clive Ruggles revaluó el trabajo de Thom y argumentó que sus afirmaciones sobre la precisión astronómica carecían de pruebas sólidas. A pesar de esto, Thom dejó un legado importante en la arqueoastronomía. En 1979, Krupp destacó su contribución afirmando que Thom había establecido estándares metodológicos en el campo y que sus sorprendentes hallazgos seguían generando debate décadas después. Su enfoque estadístico sigue siendo fundamental en la arqueoastronomía moderna.

En el Nuevo Mundo, el estudio de la relación entre la astronomía y las civilizaciones amerindias tomó un rumbo distinto al de Europa. Los antropólogos, al contar con registros prehistóricos y etnografías detalladas, además de crónicas de los primeros colonizadores, pudieron profundizar en aspectos que en Europa eran solo especulaciones.

Este enfoque, liderado por figuras como Anthony Aveni, permitió a los arqueoastrónomos americanos hacer afirmaciones respaldadas por datos concretos, en contraste con los estudios estadísticos europeos, que resultaban menos precisos.

En 1981, la Unión Astronómica Internacional (UAI) organizó una conferencia en Oxford para debatir estas diferencias metodológicas. La diversidad de enfoques fue tan amplia que los resultados se publicaron en dos volúmenes. A pesar de esta diversidad, el encuentro se consideró un éxito, sentando las bases para futuras reuniones cada cuatro o cinco años en diferentes partes del mundo. Con el tiempo, estas conferencias han fomentado un enfoque más interdisciplinario, integrando el contexto arqueológico con estudios astronómicos.Hoy en día, la arqueoastronomía no solo se limita a identificar prácticas astronómicas antiguas, sino que también busca entender por qué las sociedades antiguas miraban al cielo y qué significado le otorgaban a los fenómenos celestes.

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Relación con otras disciplinas

La arqueoastronomía es un campo interdisciplinario que estudia cómo las culturas antiguas entendían y utilizaban la astronomía, basándose tanto en evidencia escrita como en elementos no escritos como monumentos y alineaciones arquitectónicas. Esta disciplina conecta distintas áreas como la astroarqueología (análisis de alineaciones arquitectónicas), la historia de la astronomía (centrada en textos) y la etnoastronomía (que estudia creencias astronómicas a través de etnografías y tradiciones vivas).

Diversidad de enfoques y disciplinas

La investigación en arqueoastronomía es realizada por especialistas de campos diversos, incluyendo arqueología, antropología cultural, historia, religión y arte. Algunos estudios abordan la relación entre astronomía y el arte o la literatura, mientras que otros investigan cómo los conceptos astronómicos influían en movimientos políticos y religiosos. Investigadores como Todd Bostwick consideran que la arqueoastronomía es una rama de la antropología, mientras que Paul Bahn la relaciona con la arqueología cognitiva.

Debates y perspectivas

El término “arqueoastronomía” ha sido objeto de debate. Algunos prefieren “astronomía cultural” porque el enfoque no solo incluye observaciones astronómicas, sino también las cosmologías y visiones del mundo. Michael Hopkin sugirió el término arqueotopografía para la recolección de datos de alineaciones, mientras que Ruggles y Saunders abogan por “astronomía cultural” como término inclusivo. El debate sobre el nombre refleja la diversidad de metodologías y objetivos en este campo.

Polarización de métodos

La primera Conferencia de Oxford (1981) marcó el inicio de una clasificación metodológica basada en dos enfoques:

  • “Verde” (Viejo Mundo): Enfoques estadísticos que priorizan los datos numéricos y las alineaciones, pero a menudo se critica por ignorar el contexto cultural.
  • “Café” (Nuevo Mundo): Métodos basados en evidencia etnográfica e histórica, aunque algunos critican su falta de rigor cuantitativo.

Desde la década de 1990, se han hecho esfuerzos por integrar ambos enfoques a través de discusiones y foros, buscando un equilibrio entre análisis estadístico y comprensión cultural.

Conclusión

A pesar de las diferencias, la arqueoastronomía ha evolucionado hacia una disciplina más integradora y multidisciplinaria, abarcando desde el análisis técnico de alineaciones hasta el estudio de las cosmologías y significados culturales. Su desarrollo ha enriquecido la comprensión de cómo las sociedades antiguas se relacionaban con el cosmos, aportando una visión más amplia del papel de la astronomía en la vida humana.

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