Plaza Libertad en San Salvador

La plaza Libertad está situada en el corazón del casco antiguo de San Salvador, El Salvador. A partir de este punto, comenzó la expansión de la ciudad hacia mediados del siglo XVI. Situada en pleno centro histórico de San Salvador, la Plaza Libertad marcó el punto de partida para la expansión de la capital a mediados del siglo XVI. Hoy en día, se erige como un símbolo nacional de gran relevancia.

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Es importante mencionar que esta área fue sede de importantes instituciones políticas, económicas y religiosas, lo que permitió que San Salvador surgiera como una villa independiente del dominio español. La Plaza Libertad, cargada de historia y majestuosidad, ha sido testigo de innumerables eventos, transportando a cualquier visitante a la época colonial del siglo XV.

Historia

En 1545, los habitantes que abandonaron la Villa de San Salvador, ubicada en el valle de la Bermuda, decidieron establecer un nuevo asentamiento en un lugar conocido como “La Aldea”, en el valle de las Hamacas, cerca de la ribera del río Acelhuate. En los años siguientes, la ciudad se desarrolló alrededor de un área vacía llamada “Plaza Mayor o de Armas”, siguiendo el diseño en cuadrícula típico de las ciudades coloniales españolas.

En el lado sur de la plaza se construyeron importantes edificios, como el Cabildo, una oficina de correos y las cárceles públicas. Hacia el este, se erigió la Iglesia Parroquial, consagrada al Santísimo Salvador del Mundo, que más tarde se convertiría en la Iglesia El Rosario. Esta zona se consolidó como el centro político, económico y religioso de la provincia salvadoreña en los siglos posteriores.

El escritor y diplomático estadounidense George Washington Montgomery visitó San Salvador durante su recorrido por Centroamérica en 1838, llegando a la ciudad el 28 de mayo. Durante su estancia, describió la plaza como un animado mercado (market-place), con tiendas alineadas en tres de sus lados y una iglesia en el cuarto, que destacaba por su “buen estilo arquitectónico”. Al lado de la iglesia, se encontraba una gran casa que servía como sede de la legislatura.

La plaza, llena de personas del campo en días de mercado, presentaba una escena colorida y dinámica, con productos colocados sobre mantas en el suelo para la venta. Montgomery también señaló la existencia del trueque, mencionando que maíz y cacao se utilizaban como moneda en algunas transacciones.

En la década de 1860, comenzó la construcción del Palacio Nacional cerca del parque Bolívar, hoy conocido como Plaza Gerardo Barrios. Este nuevo centro de actividad marcaba el inicio de una separación con el núcleo colonial de la Plaza Mayor, que para la segunda mitad del siglo XIX se conocía como Plaza Dueñas.

En agosto de 1869, se inauguró una pequeña torre con reloj en el edificio municipal, que daba servicio a la plaza. Ese mismo mes, el diario oficial El Constitucional publicó un artículo señalando el mal estado de los portales de la plaza, instando a las autoridades a reparar el empedrado y sugerir el uso de baldosas en lugar de las piedras puntiagudas existentes.

Con motivo del centenario del Primer Grito de Independencia, en 1911, se erigió el Monumento a los Próceres en el centro de la plaza, coronado por un “ángel de la libertad” que sostiene coronas de laurel en ambas manos. En los años siguientes, la actividad comercial en la plaza aumentó, y se construyeron los portales de Occidente (1915-1916) y La Dalia (1917), que rodean la plaza hasta hoy.

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Remodelación

Como parte del proyecto de Revitalización del Centro Histórico, en enero de 2018 se inauguraron las renovaciones de la Plaza Libertad, que incluyeron la creación de una zona peatonal y la restauración de su monumento principal.

La plaza, ahora modernizada, cuenta con acabados de granito flameado importado de España, 30 bancas de mármol, dos fuentes de agua potable, luminarias, y más de 65 árboles entre los que se incluyen maquilishuat, almendros, magnolios y diversos arbustos.

Plaza Libertad es única en todo el Centro Histórico de San Salvador, ya que es la única que ha mantenido su ubicación original desde su creación alrededor de 1545. Además, fue el lugar donde comenzó el movimiento independentista de Centroamérica.

Masacre de la Plaza Libertad 28 de febrero de 1977

En febrero de 1977, miles de activistas y simpatizantes de la Unión Nacional Opositora (UNO) se reunieron en la Plaza Libertad, en el centro de San Salvador, para denunciar el fraude en las elecciones presidenciales del 20 de ese mes. En las primeras horas del 28 de febrero, las fuerzas de seguridad rodearon la plaza, no para dispersar a los manifestantes, sino para encerrarlos. Fotografías de la época muestran a los líderes de la UNO dando indicaciones a los manifestantes y rogando a los policías y militares que no atacaran a la multitud. Sin embargo, los disparos comenzaron, sembrando el caos y el pánico. Los manifestantes corrieron sin rumbo mientras algunos se refugiaron en la iglesia El Rosario, donde el gas lacrimógeno era abundante. La tragedia dejó numerosos muertos, heridos y desaparecidos.

El fraude electoral fue orquestado desde meses antes. El presidente, coronel Arturo Armando Molina, ya había proclamado como ganador al general Carlos Humberto Romero desde octubre de 1976. Durante la proclamación, se aseguró que la victoria del general era segura e incuestionable. Molina, quien había llegado al poder en 1972 tras otro fraude electoral, tenía el control absoluto a través del Partido de Conciliación Nacional (PCN), que dominaba todas las instituciones del Estado. Tras consolidar el fraude, Molina impuso el estado de sitio, prometiendo aplicar la ley con mano dura y asegurando que defendía la democracia. Las garantías constitucionales fueron suspendidas, y la represión se volvió una práctica habitual.

El saldo de la masacre del 28 de febrero varía entre 100 y 300 muertos, según estimaciones de la Latin American Bureau (LAB) y la Organización de los Estados Americanos (OEA), aunque el gobierno de Molina negó los hechos. Las autoridades afirmaron que solo una persona había muerto y que la violencia se debió a un intento de arrebatar armas a las fuerzas de seguridad. Ante la prensa, Molina negó cualquier muerte por disparos y minimizó las denuncias de violaciones de derechos humanos. Sin embargo, testimonios directos y reportes periodísticos como los del The Washington Post describieron una plaza cubierta de sangre, y horas después, lavada para ocultar los hechos.

Pese a los esfuerzos por borrar lo sucedido, los testigos relataron el horror vivido. Algunos se refugiaron en la iglesia El Rosario y pidieron ayuda a embajadas y cuerpos de socorro, pero sus súplicas fueron ignoradas. Se reportó que en otros puntos de la ciudad, manifestantes fueron golpeados y ejecutados por las fuerzas del orden. A pesar de estos testimonios, nunca se llevó a cabo una investigación oficial, y las autoridades no asumieron responsabilidades.

Esta masacre, como muchas otras, quedó impune. La política de perdón y olvido ha prevalecido, acompañada de homenajes que poco hacen por resarcir a las víctimas. La derogación de la ley de amnistía aún no ha sido suficiente para garantizar justicia, dejando a miles de víctimas esperando una reparación real. Entre 1974 y 1991, más de 200 masacres fueron cometidas contra la población civil por las fuerzas estatales y los escuadrones de la muerte, y la impunidad continúa protegiendo a los responsables.

Al cumplirse casi medio siglo de la masacre de 1977, es fundamental recordar este trágico episodio. Como dijo el historiador Marc Bloch, ignorar el pasado solo dificulta la comprensión del presente. Enfrentar esta memoria podría abrir las puertas a una verdadera reconciliación social.

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