Los alimentos ultra procesados y salud pública
Los alimentos ultraprocesados (UPF, por sus siglas en inglés) son productos diseñados industrialmente mediante combinaciones de ingredientes refinados, aditivos químicos y técnicas avanzadas con el fin de optimizar su sabor, textura, duración y atractivo para el consumidor. Desde refrescos cargados de azúcar hasta cereales con colorantes artificiales, estos productos representan una gran parte de la dieta moderna y acaparan una porción significativa del mercado alimentario global . Además, se asocian cada vez con más fuerza a problemas de salud crónicos, lo que ha colocado su consumo en el foco de la salud pública mundial.
La evidencia epidemiológica no deja lugar a dudas: el alto consumo de ultraprocesados está vinculado con aumentos en la obesidad, la diabetes tipo 2, hipertensión, dislipidemias, enfermedades cardiovasculares e incluso ciertos tipos de cáncer. Un metaanálisis reciente muestra que, en comparación con quienes consumen menos UPF, los que más los ingieren tienen un 15 % más de riesgo de muerte por cualquier causa, con un incremento del 10 % por cada 10 % extra en la proporción energética que representan.
A nivel social, estos productos son hipercalóricos, ricos en azúcares, grasas saturadas y sal, al tiempo que pobres en nutrientes, fibra y proteínas . También son hiperpalatables —diseñados para estimular el sistema de recompensa del cerebro—, lo que favorece el consumo excesivo y la adicción alimentaria. Esto plantea retos serios para la salud pública, pues el consumo habitual de estos alimentos incentiva patrones de dieta poco saludables y crónicos.
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¿Qué son los alimentos ultraprocesados?
Los ultraprocesados se identifican por su composición y métodos de producción. Según la clasificación NOVA, estos productos contienen ingredientes industriales —como jarabes, aceites hidrogenados, emulsionantes, colorantes o saborizantes— y han sido sometidos a procesos físicos, químicos o tecnológicos múltiples. No hay todavía una definición legal estandarizada, pero suele entenderse que son “prácticos, baratos, atractivos” y son precisamente los más rentables para la industria.
La mayoría de productos envasados, incluidos muchos snacks, cereales, embutidos, platos preparados y bebidas azucaradas, cumplen los criterios de UPF. En países como Estados Unidos, estos productos representan hasta el 70 % de las calorías consumidas por la población adulta y un 67–70 % en niños. En contextos de pobreza o “desiertos alimentarios”, su accesibilidad y bajo costo los hacen más predominantes .
Estos alimentos se caracterizan por ser hiperprocesados o “alimentos falsos” —muy alterados respecto de su estado original, ricos en ingredientes de baja densidad nutricional—, lo que explica su bajo valor nutricional a pesar de su amplia aceptación.
Efectos en la salud individual
Numerosas investigaciones han vinculado el consumo de UPF con una peor salud:
- Obesidad y ganancia de peso. Quienes consumen dietas altas en UPF suelen ingerir unas 500 kcal más al día, lo que se traduce en un aumento cercano a 1 libra (0,45 kg) semanalmente. La combinación de azúcar, grasa y sal en estos productos provoca patrones de alimentación hiperpalatables que predisponen a comer más.
- Diabetes tipo 2 y dislipidemias. Un metaanálisis de más de 400 000 personas concluyó que por cada 10 % extra de calorías provenientes de UPF aumenta en un 12 % el riesgo de desarrollar diabetes. Además, el consumo alto eleva los riesgos de hipertensión (32 %), triglicéridos altos (47 %) y bajo HDL.
- Enfermedad cardiovascular. El alto contenido de grasas saturadas, trans, azúcar y sodio eleva la presión arterial, el colesterol LDL y promueve la inflamación, factores clave para el desarrollo de enfermedad coronaria y accidente cerebrovascular.
- Cáncer. El consumo frecuente de carnes procesadas y otros UPF se ha asociado con mayor incidencia de cáncer colorrectal, esofágico, de cabeza y cuello y páncreas.
- Salud mental y mortalidad. También se han evidenciado vínculos entre UPF y riesgo de depresión, trastornos del sueño y mortalidad prematura.
En síntesis, estaríamos frente a efectos negativos en gran parte de los sistemas corporales, con impacto a corto y largo plazo, producto del consumo habitual de estos productos.
Mecanismos y procesos involucrados
Los mecanismos que explican el daño de los ultraprocesados son múltiples y entrelazados:
- Desequilibrio nutricional. Contienen exceso de azúcar, sal, grasas saturadas y trans, y carecen de fibra, proteínas y micronutrientes esenciales; esto fomenta inflamación, resistencia a la insulina y disfunción metabólica.
- Hiperpalatabilidad y adicción. Están formulados para estimular los circuitos cerebrales del placer y recompensa, induciendo patrones de sobreconsumo similares a los de sustancias adictivas.
- Alteración de microbiota e inflamación. Diversos aditivos como emulsionantes y edulcorantes alteran la flora intestinal, el sistema inmune y las barreras digestivas, promoviendo condiciones de inflamación crónica y susceptibilidad a enfermedades .
- Procesos químicos durante la producción. Métodos como extrusión o hidrogenación generan compuestos no saludables como grasas trans y acrilamidas que aumentan el riesgo de cáncer y estrés oxidativo.
Impacto en la salud pública y políticas
El consumo masivo de UPF representa un desafío estructural para la salud pública:
- Carga de enfermedades crónicas. La elevada incidencia de obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares exige recursos médicos, costos económicos considerables y menor calidad de vida poblacional.
- Intervenciones regulatorias. Países como Francia y Hungría han impuesto impuestos a bebidas azucaradas, mientras que otros consideran etiquetas tipo “advertencia” al estilo cigarrillos para carnes procesadas y UPF. En EE.UU., la propuesta de renovar las Guías Dietéticas hace foco en reducir aditivos y ultraprocesados.
- Retos políticos. La industria alimentaria ejerce presión regulatoria, fragmenta los esfuerzos y promueve etiquetados confusos (como estrellas o Nutri‑Score) que no toman en cuenta el grado de procesamiento .
- Educación y acceso. Es vital educar sobre nutrición, promover alimentos frescos, subsidiar frutas y vegetales, especialmente en zonas vulnerables con alto consumo de UPF.
Propuestas y perspectivas de acción
Las medidas sugeridas por expertos incluyen:
- Etiquetado frontal claro, basado en NOVA o similares, que indique alto nivel de procesamiento.
- Impuestos específicos a productos con azúcar, sal o grasas excesivas, y subsidios a alimentos frescos y mínimamente procesados.
- Restricciones en entornos escolares, prohibiendo ultraprocesados y promoviendo comida real.
- Educación alimentaria desde la infancia, promoviendo dietas basadas en alimentos integrales.
- Enfoque multinivel, coordinando agencias de salud, agricultura, educación y economía para implementar políticas integrales.