Antrozoología: vínculo humano-animal y su impacto terapéutico
Las conexiones que establecemos con otros animales han trascendido desde lo anecdótico para convertirse en objeto de estudio científico. La antrozoología, disciplina emergente de finales del siglo XX, se dedica al análisis profundo de la interacción y los vínculos entre humanos y animales, especialmente aquellos que conviven en nuestro entorno cotidiano. Estas relaciones van más allá de la vinculación tradicional por alimento o trabajo; incorporan dimensiones psicológicas, emocionales, sociales y culturales que permiten comprender fenómenos tan diversos como la biofilia, el antropomorfismo o la respuesta tierna ante otros seres vivos.
En las últimas décadas, la antrozoología ha comenzado a influir directamente en ámbitos clínicos gracias a las llamadas Terapias Asistidas con Animales (TAA). Investigaciones han documentado cómo la presencia de un perro, gato o caballo entrenado puede reducir la ansiedad, la presión arterial y los niveles de cortisol, favoreciendo la rehabilitación física o emocional en pacientes con trastornos del espectro autista, Alzheimer, depresión o estrés postraumático . Este fenómeno no solo es relevante para la salud individual, sino que también plantea nuevas vías para la integración de los animales en la salud pública y en entornos de atención primaria.
Desde una perspectiva multidisciplinaria, la disciplina ha recibido aportes de la psicología (por ejemplo, a través de la Teoría del Apego de Bowlby y los estudios de Harry Harlow sobre socialización y consuelo), la sociología, la medicina, la etología y la antropología. Estas colaboraciones han permitido desarrollar herramientas como el HABSCORE (Human–Animal Bond Scale) o criterios clínicos rigurosos para la selección y formación de animales coterapeutas, sentando las bases científicas de las TAA.
Índice de contenidos
Definición y evolución de la antrozoología
La palabra antrozoología proviene del griego “ánthropos” (humano) y “zoon” (animal), y refiere al estudio científico de las relaciones e interacciones entre humanos y animales. Aunque las sociedades han convivido con animales desde siempre, como compañeros, recursos o figuras simbólicas, sólo en las últimas 4 a 5 décadas este vínculo comenzó a ser estudiado sistemáticamente por la ciencia.
Este campo interdisciplinario nació en los años 70 y ha crecido de la mano de revistas especializadas como Anthrozoös, asociaciones como ISAZ, y la inclusión en currículos universitarios de programas enfocados en la interacción humano‑animal. Doctores en psicología y veterinaria, así como sociólogos y antropólogos, participan de un diálogo que busca integrar perspectivas para entender tanto el bienestar humano como el animal.
La antrozoología explora aspectos evolutivos como la biofilia —la atracción innata que los humanos sienten por otras formas de vida—, el esquema infantil (respuesta tierna) y el antropomorfismo, además de las funciones sociales y culturales que los animales cumplen en diferentes civilizaciones. Asimismo, se interesa en las prácticas patológicas, como el síndrome de Noé, donde el apego se vuelve perjudicial para ambas partes.
Hoy en día, el campo también estudia cómo la tecnología influye en estas relaciones —desde apps y wearables para mascotas hasta robots de compañía— y si esta digitalización fortalece o debilita el vínculo afectivo entre especies.
Beneficios terapéuticos del vínculo humano‑animal
Numerosos estudios han demostrado que las TAA generan beneficios tanto emocionales como fisiológicos en quienes participan. A nivel físico, acariciar o estar en contacto con un animal reduce la presión arterial, los niveles de cortisol y mejora la función cardiovascular. Además, las actividades con terapeutas animales (preparación, cepillado, paseos) promueven la motricidad fina y la coordinación.
En el plano psicológico, la presencia de un animal puede aliviar la ansiedad, la depresión y los síntomas del TEPT. Su compañía aporta estructura diaria y un sentido de propósito, elementos clave en procesos de recuperación emocional. Niños con autismo muestran un aumento en sus capacidades verbales y sociales cuando interactúan con perros de terapia, mientras que personas con Alzheimer experimentan menos depresión y mayor conexión emocional.
Asimismo, los animales actúan como catalizadores sociales: facilitan la comunicación, promueven el sentimiento de comunidad y reducen el aislamiento en entornos como hospitales, escuelas y residencias. En terapias individuales, su presencia genera un espacio más cálido y seguro, reduciendo barreras emocionales entre paciente y terapeuta .
Finalmente, la psicología del apego aplicada al vínculo humano‑animal muestra que el cuerpo animal puede cumplir funciones similares a la figura de apego en niños, brindando consuelo y seguridad para enfrentar situaciones estresantes o traumáticas .
Modalidades y protocolos de intervención
Las intervenciones asistidas con animales pueden organizarse en varias modalidades. En primer lugar están las Terapias Asistidas con Animales (TAA), que son programas estructurados y dirigidos por profesionales de la salud, donde el animal es parte activa del tratamiento. Aquí se definen objetivos concretos, sesiones regulares, personal formado, evaluación y registro de resultados .
Existen también las Actividades Asistidas con Animales (AAA), que no buscan necesariamente un objetivo terapéutico clínico, sino promover bienestar y ocio en la población general. Su enfoque es preventivo y de mejora de calidad de vida.
En tercer lugar se encuentran los Animales de Servicio, entrenados para asistir a personas con discapacidades físicas o mentales, con funciones específicas como detección de crisis epilépticas o soporte emocional permanente.
Para todas estas modalidades se han establecido protocolos rigurosos: selección de los animales según temperamento y salud, formación certificada (en el caso de perros, a través de entidades como AKC o Pet Partners), pautas de higiene y pautas de interacción ajustadas a cada patología o tipo de intervención.
Retos, limitaciones y desafíos éticos
Aunque los beneficios son numerosos, la antrozoología enfrenta desafíos importantes. Primero, la necesidad de criterios unificados de evaluación, control de variables, medición de resultados y replicación de estudios sigue siendo una carencia en muchos países. Esto dificulta la comparación y generalización de los hallazgos.
El bienestar del animal también es crucial: estudios han señalado que la presencia de un animal en terapia puede generar estrés si no se atienden señales de incomodidad o si el ambiente no está bien regulado. Los equipos deben formarse para detectar y evitar agotamiento o maltrato indirecto de los animales.
Desde la perspectiva humana, surgieron debates sobre la dependencia emocional patológica, especialmente en casos donde el vínculo con el animal supera la capacidad de elegir o prioriza su bienestar por sobre el propio (síndrome de Noé, episódios de duelo patológico tras la pérdida del animal). Estos fenómenos requieren abordajes comprensivos e interdisciplinarios.
Finalmente, existen desafíos éticos y legales relacionados con la entrada de animales en espacios públicos, el consentimiento de los pacientes, el riesgo sanitario y la profesionalización del sector. Sin marcos regulatorios sólidos, las TAA corren el riesgo de perder credibilidad.
Perspectivas futuras y líneas de investigación
En el horizonte a medio plazo, la antrozoología apunta a consolidarse como disciplina clave en salud pública y bienestar social. Se prevé la creación de más programas de formación interdisciplinaria —abarcando psicología, veterinaria, trabajo social y fisioterapia— para profesionales que integren animales en sus prácticas clínicas y comunitarias.
Desde la tecnología, ya existen iniciativas que explorarán el uso de sensores, wearables en animales y plataformas de teleasistencia para mejorar el seguimiento del vínculo humano‑animal. Sin embargo, investigadores alertan sobre el riesgo de perder la dimensión afectiva si se digitaliza en exceso esta relación.
Las nuevas líneas de estudio incluyen la medición de oxitocina y neurobiomarcadores durante interacciones, análisis longitudinales del impacto social en poblaciones vulnerables, y ensayos clínicos que comparen los efectos de TAA frente a tratamientos psicológicos convencionales.
También es cada vez más relevante evaluar los beneficios recíprocos: no solo cuánto ganan los seres humanos, sino cómo el vínculo con humanos impacta el comportamiento, la salud y el bienestar de los animales involucrados, en cumplimiento con los principios de los derechos animales y el bienestar compartido.