Ley de oferta y demanda
La oferta y la demanda son conceptos fundamentales en el ámbito económico para establecer los precios. De acuerdo con la teoría de la oferta y la demanda, los valores de los productos y servicios en el mercado se fijan en el punto donde se cruzan ambas fuerzas. Teóricamente, cuando la oferta excede a la demanda, los productores tienden a bajar los precios con el fin de aumentar las ventas. Por otro lado, cuando la demanda supera a la oferta, los consumidores ejercen presión para que los precios suban.
Al mencionar oferta y demanda, no se refiere a la cantidad total de bienes intercambiados, ya que en cualquier transacción la cantidad comprada será igual a la vendida. En cambio, se hace referencia a la cantidad que los productores están dispuestos a vender a un precio determinado y a la cantidad que los consumidores están dispuestos a adquirir dependiendo del precio, lo que a veces se denomina demanda real.
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¿Cómo funciona la ley de oferta y demanda?
Imagina un escenario donde el precio de un bien comienza a incrementarse. En esta situación, los productores se sentirán incentivados a fabricar más, ya que podrán obtener mayores ganancias. Sin embargo, los consumidores, al notar el aumento de precio, podrían optar por reducir sus compras o incluso dejar de comprar por completo.
En contraste, si el precio del bien disminuye, es probable que más personas deseen adquirirlo, aunque los productores podrían estar menos motivados a ofrecerlo, ya que las ganancias serían menores. La teoría de la oferta y demanda contempla cómo los costes de producción influyen en los precios, pero lo considera un impacto indirecto, ya que afecta tanto a la oferta como a la demanda, o a ambas.
Otros factores también juegan un papel indirecto en la determinación de precios, como los cambios en las preferencias de los consumidores (por ejemplo, una inclinación hacia abrigos de piel sintética en lugar de piel natural) o las prácticas restrictivas en el comercio, como los monopolios, trusts y cárteles.
Algunos economistas sostienen que existen tantas variables que influyen de manera indirecta en los precios, que los términos oferta y demanda se consideran conceptos amplios que abarcan diversas fuerzas económicas, lo que implica que no son la única causa detrás de la fijación de precios.
El mecanismo de precios basado en la interacción entre oferta y demanda solo funciona en economías de libre competencia. Sin embargo, la creciente intervención estatal en los mercados busca limitar la influencia de este sistema. Durante la Segunda Guerra Mundial, muchos países impusieron controles de precios y racionamientos, reduciendo la acción del mecanismo oferta-demanda.
En los sistemas comunistas, donde el Estado controla los medios de producción y la economía, este mecanismo desaparece por completo. No obstante, desde principios de la década de 1990, muchos países con economías centralizadas han comenzado a implementar políticas de liberalización del mercado.
¿Cómo se alcanza el punto de equilibrio?
El equilibrio en el mercado se logra cuando la cantidad de un bien que los consumidores desean adquirir coincide con la cantidad que los productores están dispuestos a ofrecer a un precio específico. Este punto de equilibrio es fundamental para asegurar la eficiencia del mercado.
Exceso de oferta: Cuando el precio es elevado, la cantidad de productos disponibles supera la demanda de los consumidores. Ante esta situación, los vendedores se ven obligados a reducir los precios con el objetivo de incentivar las ventas.
Exceso de demanda: En el caso contrario, si el precio es demasiado bajo, habrá más personas interesadas en comprar el producto de las que el mercado puede abastecer. Esto permitirá a los vendedores aumentar los precios hasta que se restablezca el equilibrio.
Orígenes del modelo
Aunque este modelo se asocia comúnmente con Alfred Marshall, quien lo formalizó y amplió, sus raíces son más antiguas. La terminología “oferta” y “demanda” fue introducida por James Steuart Denham en su obra Estudio de los principios de la economía política, publicada en 1767.
Adam Smith también utilizó esta expresión en La riqueza de las naciones en 1776, y David Ricardo dedicó un capítulo titulado “Influencia de la demanda y la oferta en el precio” en su libro Principios de economía política y tributación de 1817. Richard Cantillón, un economista irlandés, había explicado el concepto en 1730 en su Ensayo sobre la naturaleza del comercio en general, específicamente en el capítulo II de la segunda parte.
En La riqueza de las naciones, Smith sostiene que, en el corto y mediano plazo, la demanda es relativamente constante, dependiendo principalmente del número de consumidores. Por lo tanto, es la oferta la que determina las fluctuaciones de precios. En esa época, las empresas eran pequeñas y solo podían satisfacer parcialmente la demanda, lo que, combinado con la libre competencia, tendía a reducir los precios al mínimo posible, alineándolos con los costes de producción, que se basaban en consideraciones técnicas y no en la demanda.
David Ricardo amplía esta idea al afirmar que, por más que exista demanda, no puede elevar permanentemente el precio de un bien por encima de sus costos de producción, incluyendo la ganancia de los productores. Por lo tanto, es lógico buscar las causas de la variación en los precios permanentes en los costos de producción. Si estos disminuyen, el precio de los bienes finalmente caerá; si aumentan, el precio también subirá. Su pregunta es: “¿Qué relación tiene todo esto con la demanda?”
A finales del siglo XIX, emergió la escuela marginalista de pensamiento, impulsada por Stanley Jevons, Carl Menger y Léon Walras. Su idea central era que el precio se establecía en función de la demanda: los consumidores solo están dispuestos a pagar lo que consideran justo por la utilidad que esperan recibir de los bienes, independientemente de los costos de producción. Esto marcó un cambio significativo respecto a las nociones de Smith sobre la determinación del precio.
Este modelo fue posteriormente criticado por Alfred Marshall en sus Principios de economía. Marshall reintrodujo la perspectiva marginalista mediante la metáfora de las “tijeras de Marshall”, incorporando el impacto de la oferta y formalizando el modelo de oferta y demanda. La metáfora ilustra que discutir si el valor está determinado por la utilidad o por el costo de producción es tan arbitrario como decidir cuál hoja de la tijera corta mejor el papel.
Desde finales del siglo XIX, la teoría de la oferta y la demanda ha permanecido prácticamente inalterada. La mayoría de los estudios posteriores han buscado adaptar el modelo a situaciones más complejas, integrando elementos como los costos de transacción, la racionalidad limitada y el principio de no racionalidad, basándose en la idea de que la realidad del mercado se asemeja más a un entorno de competencia imperfecta.
Por ejemplo, desde las primeras décadas del siglo XX, varios autores como Joan Robinson, Edward Hastings Chamberlin, Heinrich Freiherr von Stackelberg, Jan Tinbergen y Wassily Leontief han propuesto modificaciones y ajustes al modelo de Marshall, contribuyendo a conceptos como el oligopolio y el oligopsonio, la Teoría de la Competencia Monopolística, la Competencia de Stackelberg y el Teorema de la Telaraña, entre otros.